La Infalibilidad

El trabajo que ahora presentamos es en la actualidad lo más completo en lengua castellana sobre la cuestión. En él se reúnen  dos facetas importantes: el hecho de la infalibilidad a lo largo de la historia de la teología y el entendimiento teológico de la cuestión hasta la definición dogmática de 1870 en el Concilio Vaticano I. Y, finalmente, la aplicación del dogma hasta nuestros días, tanto en su aspecto teológico como moral.

Bernard Sesboüé, teólogo e historiador, ha logrado un trabajo ecuánime, sereno y profundo. Tanto de ambientación histórica cómo del significado de los términos. A la luz de este tema de la infalibilidad se clarifican cuestiones como el Conciliarismo (201), el Syllabus (293), el modernismo (326), o la Humanae vitae de 1968 (357 y ss).

En el arranque del libro se afirma que "Las palabras tienen una historia, porque tienen vida" (18), y se añade: "Es verdad que la doctrina de la infalibilidad papal se ha desarrollado a partir del convencimiento básico de que la Iglesia, en virtud de la promesa de Cristo y la asistencia del Espíritu Santo, no puede prevaricar en la fe. Este punto está fuera de toda contestación. No es menos cierto que las determinaciones del titular o los titulares de este carisma, de las condiciones de su ejercicio, de la extensión de sus objetos, han progresado considerablemente a lo largo de la historia" (22). No olvidemos, dice el autor, que la "revelación cristiana se ha producido en la historia y se transmite en la historia (23). Además señala: "No solo la Iglesia no se ha equivocado, sino que no puede equivocarse. La inerrancia se refiere a un hecho, la infalibilidad proclama un derecho" (24). 

De ahí que afirme: "La infalibilidad de la Iglesia, guardada en la infalibilidad a la fe apostólica es, por consiguiente, la consecuencia inmediata de la encarnación, que se nos presenta como la cima de la revelación" (36). La patrística insiste en las instrucciones del Señor, en la plena seguridad del Espíritu Santo y en la sucesión apostólica. Por eso "La regla de la verdad" es el Símbolo de los Apóstoles. "El ministerio de Pedro se encuentra en la confluencia de la línea apostólica, que se remonta a Pedro en el tiempo, y la línea católica de la universalidad de la Iglesia en el espacio" (79).

"Roma locuta causa finita" dirá San Agustín en el siglo IV. El autor realizará un recorrido acerca de los avatares histórico de la historia de la teología y del magisterio pontificio de gran interés y documentación. Sobre todo destacará la doctrina de Santo Tomás y San Buenaventura.

Tras un largo estudio, llegará el autor, al siglo XIX: "La infalibilidad que se definirá en el Concilio Vaticano I es, a la vez, tradicional y nueva, tanto en sus considerandos como en su finalidad, con respecto a las definiciones precedentes" (289).

Resultan de un gran interés la lectura de la Constitución Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, acerca de la cuestión (338-343), pues explica y enmarca inmejorablemente el alcance de una definición dogmática que se aplica en el siguiente Concilio, como se había hecho hasta entonces en la continuidad de la asistencia del Espíritu Santo.

 

José Carlos Martín de la Hoz

 

Bernard Sesboüé, La infalibilidad de la Iglesia. Historia y teología, ed. Salterrae, Santander 2014, 484 pp.