La naturalidad de la coherencia

 

Es indudable, pero conviene constatarlo, que la religión católica sigue atrayendo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo pues, sencillamente, Cristo vive entre nosotros y su mirada y su atractivo son irresistibles, aunque haya que hacer el esfuerzo de descubrirle en la penumbra del día, en nuestro interior, en la línea el horizonte o en la sonrisa de un niño.

Gracias a Dios, siempre ha habido amigos, personajes históricos, obras de pensamiento, películas o novelas que han tenido la profunda capacidad de despertar nuestra ansia de Dios, de eternidad y de saborear los bienes y dones que vienen de lo alto (Cfr. Col 3, 2).

Finalmente, hay hombres que muestran el atractivo de la “naturalidad de la coherencia”, es decir, la elegancia, la categoría, la paz y serenidad que muestra una fe cristiana vivida. De ese modo, sin decir nada, con su sonrisa y su pensamiento sereno provocan en nosotros deseos de tener deseos de creer y de vivir esta apasionante aventura de la amistad con Jesucristo.

Soren Kierkegaard (1813-1855) no pertenecía a ninguna de las categorías señaladas sino a la de los profetas del antiguo, del nuevo testamento o del inconformismo. Siempre ha habido golpeadores de las conciencias como Jeremías, Sócrates, Bartolomé de las Casas o, a su estilo, Nietzsche. En efecto el danés vivía a la letra el famoso texto de Sócrates: “Dios me ha puesto sobre la ciudad como el tábano sobre el caballo para aguijonearle, para que no se duerma ni amodorre”.

Toda la vida de Kierkegaard consistió en golpear las conciencias de sus conciudadanos con todas sus fuerzas, que eran muchas, pero también con todas las posibilidades de su tiempo: sermones, escritos, pasquines, estudios literarios, novelas y, de cualquier modo, hasta con su propia vida: abandonando a su novia prácticamente en el altar o viviendo como un asceta.

Es impresionante, comprobar que en el tiempo en que nuestro autor clamaba por todas partes, o en la actualidad al leer sus obras, los frutos de sus llamadas son siempre los que Dios y la libertad humana producen, pues en el mundo espiritual lo importante es lo que hace Dios, como afirma Jesús en el evangelio de Juan: “Nadie viene a mí si el Padre no le atrae” (Io 6, 44).

Mariano Fazio, después de muchos años de clases e investigaciones sobre el escritor danés, ha redactado una obra inteligente, sumaria, en la que el lector, puede asomarse a este singular profeta del norte de Europa que clamaba cada día por despertar el cristianismo en su alma y en la de los que le rodeaban. Realmente, sin amor no se puede vivir y, por tanto, vivir el cristianismo sin amar apasionadamente a Jesucristo es perder la gran oportunidad de ser feliz en este mundo y en el otro.

José Carlos Martín de la Hoz

Mariano Fazio, Kierkegaard. Una introducción, Rialp, Madrid 2023, 193 pp.