La negación de la libertad

 

En las páginas finales del extenso trabajo publicado por el profesor Santiago Madrigal Terrazas, como miembro de la Comisión de Relaciones interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española y profesor de teología ecuménica y editado en la Biblioteca de Autores Cristianos, dedicado a la revisión de la historia de la vida y de la obra del reformador Martín Lutero, se dedican muchas páginas a abordar la concepción antropológica del hombre, en los escritos del teólogo alemán, para establecer las últimas conclusiones.

La lectura detenida de esas páginas, arroja una primera e inmediata conclusión: es preciso caer en la cuenta del sentido objetivo de la historia. Por tanto, hay algo que nunca podrá arreglar ni la profundización en el contexto histórico, ni los presupuestos para una nueva teología ecuménica, ni por supuesto la historia desde el ángulo de la reforma, ni siquiera la aparición de nuevos documentos, ni tampoco los cambios profundos en la visión de la vida y la obra del reformador Martin Lutero, ni finalmente la superación de la desconfianza; nos referimos a la concepción pesimista luterana del hombre y de la libertad.

Por muchos intentos que se realicen para lavar la imagen, siempre estarán las ediciones de la obra de Martín Lutero publicada en diciembre de 1525 con el expresivo título, De servo arbitrio, con la que Lutero se defiende y contradice la obra de Erasmo de Rotterdam, De libero arbitrio, publicada en septiembre de ese año, donde se contiene la crítica más contundente al reformador.

Evidentemente, para Erasmo, como no podía ser de otro modo: “la libertad es una prerrogativa esencial del ser humano, de modo que puede cooperar con la gracia divina a su salvación, porque es capaz de elegir entre el bien y el mal. Sin la libertad carecen de sentido los mandamientos y las exigencias de la Escritura. Por tanto, la voluntad debe ejercitarse todo lo posible, aunque sin la gracia de Dios tal ejercicio resulta ineficaz” (237).

La obra de Lutero “está basada en una visión pesimista del ser humano, según la cual no es capaz de hacer el bien por sus propias fuerzas. La voluntad del hombre está corrompida por el pecado, y es vicioso en todo lo que hace, piensa y dice. La réplica de Lutero, que marca el divorcio entre humanismo y luteranismo, está repleta de insultos, denunciando en Erasmo su capacidad para entender la Escritura y su pelagianismo” (238).

Así pues, en esta página de su vida, escrita contemporáneamente a su matrimonio con Catalina Bora y en sus momentos más bajos de prestigio y autoridad, aparecerá plasmada para siempre la visión pesimista del hombre que Lutero vivió y trasmitió hasta su muerte.  Un hombre que buscó encontrar la paz y la seguridad de conocer la salvación de su alma aun a riesgo de convertirse en esclavo del pecado original para siempre.

José Carlos Martín de la Hoz

Santiago Madrigal Terrazas, Lutero y la Reforma. Evangelio, justificación e Iglesia, ediciones BAC, Madrid 2019, 354 pp.