La obediencia a un carisma

 

Hace unos días tuve la oportunidad de hablar con el sacerdote D. Manuel Vargas, de la diócesis de Getafe, que me hizo entrega del borrador de una semblanza del padre jesuita Luis María Mendizábal (1925-2018) y me dio abundantes noticias sobre el crecimiento y la amplitud de la extensión de la fama de santidad y de favores del recientemente fallecido Padre Mendizábal.

En efecto, la semblanza biográfica del padre Mendizábal, nos recuerda ya desde sus orígenes, la fe de una familia vasca de hondas raíces cristianas, enclavada en Bergara (Guipúzcoa), de la que además brotaron abundantes vocaciones para el estado religioso (de diez hijos siete vocaciones al estado religioso). De hecho, el propio Luis María ingresó en la Compañía de Jesús en 1940, aunque como él mismo afirmaba: “siempre tuve vocación” (33).

Después de una larga preparación, fue ordenado sacerdote en Innsbruck (Austria) en 1952, y había sido formado en el teologado de los jesuitas de San Cugat del Vallés de Barcelona y en las facultades de Teología de Innsbruck (1950-1853) y de la Universidad Gregoriana.

En esta prestigiosa Universidad, después de una extensa investigación, presentó finalmente, su tesis doctoral sobre algunos aspectos teológicos del trascendental concilio de Nicea, era el año 1955.

Precisamente, fue en la Universidad en la Gregoriana donde desarrolló una amplia y extensa carrera académica, docente e investigadora como profesor de Teología espiritual (1956-1970).

Durante el Concilio Vaticano II como especialista en teología espiritual estudió muy a fondo la Constitución Lumen Gentium acerca de la llamada a la santidad e intervino en diversos foros y publicaciones para desarrollar la doctrina conciliar.

En el borrador de la semblanza que hemos podido leer se habla de que todos están llamados a la santidad y, por tanto, que todos los fieles cristianos deben poner el corazón por completo en esa tarea independientemente del estado de vida que a cada uno llame Dios (118). Lo que, por una parte sería subrayar que la llamada vendría por el bautismo común a todas las almas (119), aunque cada uno según su propio y personal carisma recibido (123).

Posteriormente, nos habla la semblanza del regreso a España del Padre Mendizábal para ser formador de novicios, dirigir el Apostolado de la Oración en España (1969-1994) y la revista Reino de Cristo y para colaborar con muchas instituciones de la Iglesia dirigir almas y ejercicio, etc.

Finalmente, la semblanza nos recuerda que el Padre Mendizábal, supo estar unido a sus superiores y al santo Padre toda su vida evitando lo que pudiera ser interpretado como banderías dentro de la Compañía (131).  Un hombre fiel al carisma recibido de dirigir almas hacia Dios y hacia el Sagrado Corazón de Jesús.

José Carlos Martín de la Hoz