La Revolución rural francesa

 

Con este sugerente título: “La Revolución rural francesa”, desarrolla el profesor Sánchez Morales, su particular visión histórica, acerca de uno de los ciclos revolucionarios más importantes de la civilización occidental. Si es muy importante la revolución francesa de 1789, y a ello nos vamos a referir, todavía lo es más la contrarrevolución que llevaron a cabo los campesinos franceses pocos años después, en 1793 (14), y que culminará, un poco más adelante, ya en el siglo XIX, después del fracaso del imperialismo napoleónico, con la restauración de la monarquía y la sucesiva restauración de la República (15).

La Revolución rural de la Revolución francesa (212), es por tanto el objetivo de este interesante trabajo de investigación, donde se muestra cómo la sociedad rural francesa, mayoritaria del conjunto del país (35), dio comienzo con su apoyo y reivindicaciones al ciclo revolucionario, pidiendo el fin de las exenciones fiscales de la nobleza y el clero (13), pero fue perdiendo la confianza en las nuevas autoridades revolucionarias de la naciente República francesa, y terminó por reclamar una reintegración a sus raíces culturales, sociales, políticas e incluso cristianas (25).

El momento del giro y del descontento sucede cuando las autoridades revolucionarias comienzan a solicitar al campo francés fuertes levas de soldados y de servidores de la patria para salvaguardar las fronteras exteriores, pues de las fronteras interiores y de la pureza de la revolución ya se encargaban teóricamente los revolucionarios que se enviaban desde París para controlar la aplicación en los departamentos. A esto se añade el ataque de la Constitución civil del Clero contra la religión católica profundamente arraigada en la fe de aquellos campesinos (160-161).

Las levas ingentes de campesinos significaban pérdida de capacidad de reproducción en el campo, de brazos para trabajar las tierras, de reducción de fuerzas productivas y de dominio de las tierras. Además, estaban los movimientos de las tropas, con los consiguientes riesgos, que no eran de recibo para quienes enviaban lo que tenían y, mientras tanto, eran sometidos a más impuestos que antes, puesto que los revolucionarios que había que alimentar no eran nobles que vivían de sus tierras.

La pérdida de confianza en los nuevos dirigentes del país que, a su vez pugnaban entre sí, aparecían a los ojos de los campesinos como unos verdaderos oportunistas y charlatanes que como personas de reconocida valía profesional,  humana, cultural, como para llevar los problemas del estado (24).

El campo requería recuperar el orden territorial,  jurídico y religioso (19), sobre todo desde que se obliga al clero a jurar la galicana Constitución y se produjo una profunda división. De nuevo las gentes del campo solucionarán, como en otros momentos de la historia, las crisis sociales recuperando sus raíces culturales y religiosas: “En cada periodo de la historia los seres humanos poseen ciertas concepciones de lo que son y de lo que deben hacer” (31).

José Carlos Martín de la Hoz

Jorge Sánchez Morales, La Revolución rural francesa. La libertad, igualdad y comunidad (1789-1793), ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2017, 221 pp.