El profesor Gisché, de la universidad de Lovaina, después de muchos años de estudio e investigación, redactó una completa obra teológica en siete volúmenes que tiene la peculiaridad de basarse en poner el acento en el diálogo filosófico-teológico con la modernidad.

De un modo sencillo y claro, en vez de estructurar los tratados teológicos de acuerdo con la metafísica tradicional, lo hará de acuerdo con la metafísica, pero sin dejar de comprobar qué dice al respecto el pensamiento actual.

El índice de los diversos volúmenes es muy interesante, pues de acuerdo con la metodología señalada, comenzará por las cuestiones más oscuras para el hombre de hoy de la doctrina cristiana. De ahí que el primer volumen sea el estudio del mal en el mundo; el segundo, la existencia De Dios; el tercero, las relaciones fe y ciencia; el cuarto, el Cristo histórico y el Cristo de la fe, etc.

En esta ocasión presentamos el volumen quinto acerca de la salvación. De acuerdo con su metodologia, el autor estudiará qué se plantea la antropología actual acerca del concepto de salvación y su alcance: "Yo no me tengo por qué liberarme de mí, sino de lo que me impide ser lo que soy" (34).

Es interesante el recorrido histórico del concepto de destino que hace nuestro autor, para concluir que: "En el discurso cristiano de la salvación se afirma, por consiguiente, que la muerte no será ese: obstáculo absoluto para nuestro cumplimiento" (37).

Seguidamente recuerda cómo "El cristianismo ha desfatalizado la historia" (39). De hecho, la doctrina cristiana de la salvación y del pecado original rompieron el fatalismo y lanzaron al hombre a la lucha responsable contra el pecado.

Nuestro autor tiene que presentar, aunque sea brevemente, cómo "Del simple ateísmo se ha pasado al antiteismo buscando que el hombre pueda ser él mismo (45). Para Feuerbach el hombre es su propio sol. Pero al combatir con alguien más grande que él, el hombre se trasciende (Cfr. Jacob y el ángel en Gen 32,29) (49). Hay una grandeza que nos supera" (50).

La conclusión del libro es que la salvación nos viene de otro (53): "Justamente la palabra destino o salvación suscita en el interior del hombre la idea de que la intención o la finalidad de su ser tienen un sentido más allá de" (56). De hecho recordará, que "los antiguos franceses llamaban al jueves santo "el jueves absoluto" por ser el día de la absolución: únicamente el Absoluto es el que puede absolver" (61). Por eso añade: "Si el hombre está de acuerdo en que ha sido salvado, que ha recibido esa salvación de Dios y que encontrará en esa salvación lo infinito de su ser, inmeditamamente se planteará una cuarta y última cuestión que no le resulta vidente: ¿en qué se nota que ha sido salvado? ¿De donde le viene la seguridad?" (62).  La respuesta es que la eternidad es Dios (145). Así concluye Gesché: "Si Dios existe por qué no va a ser capaz de arrastrarnos a Él" (151)

 

José Carlos Martín de la Hoz

Adolphe Gesché, El Destino, ed. Sígueme, Salamanca 2007, 222 pp