La tarea del cristiano

 

El filósofo Robert Spaemann con su rigor y buen humor habituales escribe en su último ensayo publicado en lengua castellana, el Rumor inmortal, una amplia e interesante disertación sobre el papel del intelectual cristiano en el siglo XXI.

En primer lugar y de modo contundente, haciendo referencia al título del trabajo, asienta  la indudable existencia de Dios y a su presencia habitual en el desarrollo del pensamiento humano a lo largo de la historia.

Enseguida hace una referencia a la importancia de la meditación de la fe que hemos recibido por el bautismo y que se conserva, como depósito revelado por Jesucristo a su Iglesia. Así, se refiere al interrogatorio contenido en el ritual del bautismo desde los primeros tiempos del cristianismo, cuando se le pregunta al catecúmeno: ¿Qué esperas de la Iglesia Católica? Y el bautizando responde: la fe.

Efectivamente creer en lo que cree la Iglesia y que se contiene el Símbolo de los apóstoles y se les enseña y se hace aprender de memoria a los catecúmenos de la Iglesia. Entre los cuales está la creación creer y creados (21). Esto ha de ser así porque es propio del hombre preguntarse por el ser (23)

Así se refiere Spaemann al libro de Job, cuando Dios le pregunta: ¿Dónde estabas tú cuando creé la tierra? (Iob 38,4). Es decir, parte de la tarea del cristiano será recordar al mundo el cuidado providente de Dios, pues para amar a Dios es preciso reconocer que Dios nos ha amado primero. Es más conociendo a Dios mejor y su doctrina podremos amarle más. Lo santo y lo bello "es" y es indestructible (29).

Es también importante, como subraya Spaemann, que tarea del cristiano es conocer los problemas del mundo de hoy para iluminarlos desde el Evangelio, estableciendo un fecundo diálogo.

Ahora bien, como el discurso tiende al infinito y la vida es finita, luego conviene en algún momento concluir. Por ejemplo añade nuestro autor que la Iglesia “se dedica sobre todo a criticar errores del pasado, disparando contra adversarios que ya hace tiempo que cayeron” (206). De ahí que añada que la crítica debe ser para poder favorecer la audición. “La Iglesia docente es la defensora de la fe vivida” (207). Además “la fe quiere comprender lo que cree” (208). La revelación ha sido entregada a la Iglesia para conservar, transmitir y difundir. Por eso terminará afirmando: “El evangelio nos enseña a renunciar a ciertas preguntas para ocuparnos de otras” (211).

Eso si algunas cuestiones, aunque se mediten y debatan quedan en la penumbra del misterio, por ejemplo: “La doctrina del pecado original pertenece como atinadamente señala Scheeben a los misterios del cristianismo. Los misterios se caracterizan no sólo porque son indemostrables sino porque su contenido tampoco puede ser asociado a una experiencia respectiva” (169).

José Carlos Martín de la Hoz

Robert Spaemann, El rumor inmortal. La cuestión sobre Dios y la ilusión de la modernidad, ed. Palabra, Madrid 2017, 234 pp.