La Universidad medieval

 

El trabajo del profesor Jacques Le Goff (1924-2014), uno de los más grandes medievalistas franceses, recientemente fallecido, sobre la Baja Edad Media, ha sido felizmente reeditado hace unos meses por Siglo XXI.

Entre las muchas lecciones que encierra este trabajo, hay una de especial importancia para el tiempo en el que vivimos, me refiero a la Universidad y la mentalidad universitaria, un verdadero termómetro del pulso social.

Además hay una clave que nos ha hecho volver al estudio de la Universidad en el medievo y a su importancia desde entonces, y es el necesario fortalecimiento del equilibrio entre fe y razón. En ese sentido volvamos a recordar algunas de las grandes líneas desarrolladas por este especialista reconocido en la materia.

Efectivamente, en el siglo XIII se desarrollaron en Europa las Universidades, universitas studiorum, como corporaciones de profesores y estudiantes bajo el auspicio de la Iglesia y de la autoridad civil para alcanzar el desarrollo del saber: “El acontecimiento dominante en la historia intelectual de ese tiempo es el crecimiento de las universidades y el papel casi exclusivo que se arrogan en materia de investigación intelectual y de enseñanza” (279).

La nueva entidad destinada a constituirse en alma mater de la sociedad civil, estaba dotada de privilegios corporativos como la autonomía jurisdiccional, el mantenimiento del orden público, la concesión de títulos y convalidación de estudios.

Como recuerda Le Goff cada universidad tenía enseguida un escudo, como símbolo de su libertad: “Los universitarios tienen también sus estatutos, que definen su organización. La principal división es la de facultades, que pueden ser un máximo de cinco: artes (es decir, artes liberales, formación de base), teología, medicina, decreto o derecho canónico y derecho civil. Los estatutos definen, además, los programas de enseñanza, el calendario del año universitario y los exámenes. Uno de ellos, que es esencial, es la licenciatura (licentia docendi: permiso para enseñar), que permite pasar del estado de estudiante al de maestro” (279).

Hay que subrayar en este sintético resumen del profesor Le Goff, que desde el comienzo de las universidades, el centro y culmen del saber es la Teología, la ciencia de Dios y por tanto el culmen del saber. De ahí también que sea el Papa el que erige solemnemente la Universidad.

Enseguida las universidades se desarrollarán en todo Europa y las de Bolonia, Paris,  Oxford, Cambridge, Salamanca… van a disputar entre ellas e interelacionarse, pues la lengua es el latín y las fronteras del saber están abiertas y hay una gran intercambio de profesores y alumnos.

La Universidad está basada en los libros y sobre ellos se articula la explicación del profesor y a ellos se vuelve para fijar los conceptos, de ahí la importancia de las Bibliotecas donde se guardan los libros, se copia, así como los manuscritos, los libros de apuntes de clase.

Junto a los libros se desarrollan las lecciones y el método escolástico: “El primero es la lectura de un texto (lectio), etapa que se atrofiará con rapidez hasta el punto de desaparecer (o quedar reducida al locus relegendus); el segundo es el planteamiento (quaestio) de un problema que en su origen se hacía planteado en la lectura; la discusión de este tema (disputatio) constituye el cogollo del proceso, el paso esencial del tercer momento, y por último viene la solución (determinatio), que es una decisión intelectual. Por eso el intelectual que utiliza la escolástica no es ya un simple exégeta, sino un creador de problemas que solicitan su reflexión, excitan su pensamiento y le conducen a una toma de posición” (281).

 Es interesante recordar la necesidad de pensar de hacer avanzar la investigación para el desarrollo de la sociedad en que vivimos, no solo la investigación científica y técnica, también la investigación humanística y social para construir una sociedad de progreso en armonía con la dignidad de la persona humana. En ese sentido, como explicará Le Goff el maestro del equilibrio entre el dato de la fe y el ejercicio de la razón será santo Tomás y el realismo escolástico.

José Carlos Martín de la Hoz

Jacques Le Goff, La Baja Edad Media, ed. Siglo XXI, Madrid 2016, 398 pp.