La vieja metafísica

 

Hablando de nuestro método de conocimiento, el ensayista y escritor Rüdiger Safranski, nos recuerda las agudas precisiones de Freud; cuando el hombre imagina su propia muerte y no consigue dejar de verse como un espectador y concluye el razonamiento: “En el inconsciente cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad” (100).

Enseguida, añadirá que el hombre tiene conciencia y puede imaginar el sueño por dos motivos, porque lo ha visto en otros y porque ha sobrevivido a sus sueños y al despertar ha reconocido la magia de la ensoñación.

Desde luego, concluye Safranski que podemos imaginar la muerte porque también hemos visto la muerte de otros y, sobre todo, porque muchas personas hemos experimentado lo que sucede en peligro de muerte inminente cuando toda la vida pasa a gran velocidad por nuestra cabeza.

Indudablemente, añade Safranski: “la metafísica antigua se afianza en un espíritu que hallo en mí, pero que me sustenta sin que yo mismo lo haya predispuesto como sustentáculo” (101). Es más: “pienso porque he sido pensado. En mi pensamiento participo de una potencia que me permite pensar. Y esto me otorga un ímpetu con el que afrontar la muerte desde la serenidad, y no desde la rebelión” (102).

Asimismo, después de narrar la muerte de Sócrates filosofando recuerda que “esta vida del espíritu es experimentada como extraordinariamente real, y, sin embargo, invisible por ser incorpórea, aunque precisamente por eso, libre de los límites de lo corpóreo” (105). A lo que añadirá: “la seguridad, la evidencia que determina la inmortalidad del alma, reposa en esa experiencia que el pensamiento tiene de sí mismo, y no tanto en lo que específicamente se puede idear para demostrar la inmortalidad del alma” (105-106).

Páginas después Safranski nos recuerda, con lenguaje actual, que “el alma representa lo objetivo, y, por tanto, posee plena vigencia y constituye un mundo potente y perdurable. El cuerpo y los sentimientos encarnan en cambio lo subjetivo, lo efímero, ni incorporan esencia ni mundo” (108).

Finalmente, volviendo a la muerte de Sócrates, Safranski nos recuerda que en el momento de la muerte no estaremos solos ante ella, pues ese Dios que ha sustentado nuestro ser toda la vida, nos acompañará en el tránsito a la vida eterna. Inmediatamente, añadirá que en ese momento final Dios nos ayudará a actualizar la fe y, con su gracia, nos atreveremos a creer en Él. Finalmente, igual que Sócrates muere rodeado de sus amigos, también el cristiano fallece rodeado del cariño de los suyos (109).

Seguidamente, exclama con fuerza: “¿De qué tenéis miedo? ¡No estáis solos!, ¡formáis parte de un orden superior que os sustenta! La metafísica es una protesta contra la monstruosa frialdad del espacio vacío y la materia móvil. La metafísica cree en la legibilidad del mundo, en un código secreto que permite descifrar su sentido” (111).

José Carlos Martín de la Hoz

Rüdiger Safranski, ¿Cuánta verdad necesita el hombre? Lo que se puede pensar y lo que se puede vivir, ediciones Tusquets, Barcelona 2023, 220 pp.