La violencia antirreligiosa

En la obra de conjunto dirigida y coordinada por Fernando Rey y Manuel Álvarez Tardío y realizada por un plantel de jóvenes profesores e investigadores de diversas universidades españolas, todos ellos especialistas en la historia contemporánea de España y de occidente, se analiza detenidamente la violencia política, racista y religiosa en el período de entre guerras en occidente.

Seguidamente, vamos a prestar especial atención a los análisis e ideas sobre el origen y desarrollo de la violencia religiosa que se desató en la primera mitad del siglo XX en Europa, y especialmente durante la guerra civil española.

Evidentemente, en la violencia contra la religión que se desata en ese período tiene mucho que ver el triunfo de la revolución comunista en Rusia en 1917, pues resulta paradigmático, que en esos vastos territorios desaparezcan ten poco tiempo odas las imágenes sagradas y signos religiosos: cruces en los caminos, iglesias, ermitas,  personas sagradas, etc.

No olvidemos que los bolcheviques, desde el triunfo de la revolución, utilizaron la violencia y las purgas masivas de millones de personas como “una parte esencial en la fase de consolidación de la dictadura del proletariado” (73). Y la primera de todas esas purgas eran los elementos y personas religiosas y la propia religión.

Así pues, la religión fue objeto de persecución en Europa, primero solapada y luego abiertamente, como enemiga de la ideología y de los totalitarismos y como freno a la violencia e imposición de las máximas de los líderes y como aleccionadora de la juventud y por tanto competidora para el seguimiento de las masas a las órdenes de los jefes.

Además, como señala Fernando del Rey, la primera guerra mundial produjo mucho odio: “Las escuelas del odio surgidas de la guerra atrajeron a millones de hombres ocupando en cierto modo el lugar que en tiempos pretéritos llenaron las religiones y la fe” (105).

Así pues, el fascismo fue creciendo, frente al comunismo y también el anarquismo (129) que en España llegará a contar con más de 500.000 afiliados y cuya actuación antes de la guerra civil fue siempre un elemento desestabilizador y durante los primeros años de la guerra civil determinante en muchos lugares (419). Todas esas ideologías se jactaban de desarrollar su pensamiento sin Dios y sin necesidad de religión alguna.

Como afirma Julio de la Cueva la violencia religiosa estaba presente “en la larga guerra civil europea que se libró entre 1914 y 1945” y también, añade, lo estaba en las “diversas guerras civiles europeas que le dieron sangrienta encarnadura. Sin embargo los principales análisis del conflicto tienden a pasar por alto este factor” (390).

El caso español es todavía más paradigmático en cuanto a la explosiva violencia antirreligiosa que se desató desde el comienzo de la guerra civil española hasta alcanzar unas dimensiones nunca vistas anteriormente, incluso comparadas con la revolución francesa y su organizada campaña para destruir de raíz la religión en Francia (398-400).

Asimismo es importante leer detenidamente la descripción que se ofrece de la eliminación de la Iglesia en Rusia: clero, religiosos, culto e iglesias para poder entender el desprecio del comunismo ruso de la religión, vista como opio del pueblo (406-407). 

La violencia religiosa en España es tan intensa y sistemática que “conviene precisar que la ritualización anticlerical de la violencia no se produjo en unas meras circunstancias de la guerra civil, sino en unas condiciones de guerra civil revolucionaria” (427).

En cualquier caso el profesor Julio de la Cueva ha podido denominarla: “La liquidación revolucionaria de la religión” (429) y añadió: “el triunfo de la revolución en España, como en Rusia y -con otros matices- como en México, era incompatible con la pervivencia de la religión, sus instituciones, sus símbolos y representantes” (430).

José Carlos Martín de la Hoz

Fernando del Rey-Manuel Álvarez Tardío (d), Políticas del odio. Violencia y crisis en las democracias de entreguerras, ed. Tecnos, Madrid 2017, 510 pp.