Las guerras de religión

 

Hace unos días se daba a conocer a la opinión pública la noticia del nombramiento de Karen Armstrong como premio Príncipe de Asturias de este año 2017, en reconocimiento a los muchos trabajos de esta historiadora americana acerca de las relaciones entre violencia y hecho religioso.

Como es bien conocido, los puntos de vista de esta profesora son tan tendenciosos que, por ejemplo, llega a atribuir a las cruzadas, nada menos que el origen del problema árabe israelí.

Así que, como es bueno dar soluciones a la vez que se plantean problemas, sugiero sustituir a la profesora americana y sus escoradas teorías, por las de este profesor francés. De este modo aprenderemos más, y se ahorrarán algo de dinero en los viajes,

Efectivamente, el trabajo breve y bien documentado del profesor francés Le Roux, centra su atención en los conflictos religiosos y políticos que se produjeron en Francia desde los orígenes de la Reforma luterana hasta la definitiva consolidación del catolicismo en el suelo galo a comienzos del XVII. Fueron los años y los acontecimientos que llevaron al rey de Francia a promulgar el edicto de Nantes en 1583 (16-19).

La tesis del profesor francés, magistralmente expuesta, es que ni el edicto propiamente dicho, ni los hechos que lo propiciaron, fueron una manifestación del principio de tolerancia, ni siquiera la confirmación de que realmente se aceptara  la libertad de conciencia, es decir, que todas las religiones serían verdaderas y nadie podrá ser molestado por sus convicciones religiosas, sino sencillamente una expresión de la libertad de cultos obligada por la tensión y una solución a un problema de orden público provocado por el esfuerzo bélico de los protestantes para hacerse un hueco en el mundo religioso francés y de la intolerancia de los católicos para los que era capital luchar contra la herejía.

La mezcla de religión y política que este problema expresa, durará nada menos que hasta la Paz de Westfalia de 1648, cuando termina la conjunción entre el fin del Estado y el de la Iglesia, que era la salvación eterna de los súbditos, para convertirse en el bienestar del individuo. Además, hasta entonces la fe que era el camino de salvación, también será un elemento fundamental para la cohesión social junto al rey en una obediencia constante (7).

Es muy interesante también a los largo del conflicto narrado, comprobar cómo la diferencia entre la Iglesia Católica y el calvinismo francés, estaba esencialmente centrado en torno a la eucaristía. No se trataba, por tanto, de un problema disciplinar, organizativo, o de dominio. Lo que comenzó Lutero como reforma de la Iglesia, concluyó como reforma de la fe cristiana en torno al papado y a los sacramentos. La eucaristía como en la primitiva Iglesia, marcaba claramente los límites entre la fe de la Iglesia y otras confesiones religiosas. El realismo eucarístico era la señal de la verdadera Iglesia de Jesucristo (11-13).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Nicolas Le Roux, Las guerras de Religión, de. Rialp, Madrid 2017, 102 pp.