Las prisas, el estrés y los atascos

 

La vuelta a los libros de Mendoza -el Cervantes es el Cervantes- me ha llevado a las aventuras de Gurb y su compañero en tierras catalanas, y me ha hecho gracia la idea de que estos extraterrestres no conocían a los niños. Ellos en su país no tienen ni niños ni viejos. Pero al mismo tiempo se admiran de que los adultos españoles no tengan tiempo para nada.  Se sorprenden de esas familias que se meten en el atasco el viernes y no salen hasta el domingo tarde de vuelta. Vamos que no descansan.

Es verdad que estos pobres alienígenas se han encontrado en un territorio donde, como ellos mismos detectan, el hombre trabaja como en ningún otro lugar. Otro gallo les hubiera cantado si hubieran aterrizado en Andalucía. Si al final de su historia, en el libro de Mendoza, estos personajes dudaron de si volverse al espacio o quedarse, si fuera en Sevilla no hubieran dudado ni un instante, pues allí el problema del tiempo y del trabajo viene siendo distinto.

Les extraña que no haya niños. Les sorprende cuanto trabajan los catalanes, pero no caen en la cuenta de que para eso está la infancia y la juventud, para no hacer casi nada y disfrutar de la vida. Comentaba hace poco con unos amigos que en España sobran miles y miles de universitarios, que se empeñan en hacer estudios superiores y luego, como es lógico, no hay trabajo para todos, ni para la mitad. Pero no podemos engañarnos, los chavales no son tontos y se huelen que los momentos más simpáticos de la vida son los años de estudios universitarios.

Alguien decía que habían perdido los mejores años de su vida en hacer una carrera y luego terminaban fregando suelos. Pero el argumento es al revés, déjales que hagan estudios universitarios porque esos son los mejores años de su vida, lo son precisamente porque se dan la buena vida, que no tiene nada que ver con estar currando en cualquier trabajillo desde los 18. Y además habría más paro si se pusieran a trabajar.

Hay que detenerse a pensar un poco en cómo disfrutar de la vida. No es recomendable andar corriendo siempre, sin tiempo para la cháchara, la tertulieja amable, el libro leído con sosiego, el tiempo para los demás. La verdad es que ahora se corre muchísimo para conseguir sacar adelante un trabajo agobiante, pero muy rentable. Con todo ese dinero que gano puedo irme corriendo cada finde, y sobre todo los puentes, a la playa o a hacer turismo. Pero siempre agobiados.

A Gurb y a su compañero le sorprende que haya niños, y les parecen inútiles, por improductivos. Ya ocurrió en otras épocas antiguas, donde el niño tenía poca importancia en la sociedad. Hoy, el niño puede aprender mucho, y puede disfrutar de la vida. Tienen tiempo para jugar y, a veces, son ellos los únicos que consiguen que los adultos jueguen, cuando caen en la cuenta de que es muy conveniente estar con sus hijos. En algunos ambientes han cambiado las costumbres y, en lugar de salir del trabajo e irse con los amigos a tomar “algo”, son más conscientes, ellos y ellas, de que en casa les espera lo mejor, los únicos momentos de verdadero descanso, los únicos momentos de salir del estrés previsible.

Ángel Cabrero Ugarte

Ramón Mendoza, Sin noticias de Gurb, Seix Barral 2003