Las secuelas de la gran guerra

 

La magistral y extensa obra del joven historiador inglés Keith Lowe, sobre la situación social y económica en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, nos adentra con toda la crudeza y el realismo, en las secuelas del mayor conflicto de la historia (31).

En efecto, si la segunda guerra mundial, dejó tras de sí más de 37 millones de muertos e incalculables desplazados (34), fueron también incontables las muertes y aberraciones sin límite que sucedieron en los siguientes años hasta que se recuperó el orden y la autoridad y con ellos la necesaria estabilidad jurídica, política y moral.

Leyendo las páginas de este sereno y ecuánime trabajo de investigación, se entiende la reacción de aquellos pueblos, muchos de ellos de hondas raíces cristianas, que se pusieron manos a la obra a la ímproba tarea de la esperanza y la reconstrucción. Es impresionante que el ser humano tienda a olvidar, a intentar pasar página y a luchar para ir adelante. Es conmovedor el esfuerzo que pusieron por intentar olvidar y recuperar el tiempo perdido y buscar centrarse en la alegría del fin de la guerra y en el momento del trabajo y de la esperanza con la que se levantó todo un continente en realmente muy pocos años y en un espacio de tiempo muy concentrado.

En realidad, las cosas no fueron así de sencillas, sino que a las tragedias de la guerra le sucedieron sin solución de continuidad, otras terribles secuelas, que el autor ha clasificado, ordenado y documentado, con claridad, pero sin ánimo de exagerar. Sobre todo, ejemplifica los sentimientos de los diversos bandos que quedaron en convivencia: los vencidos, los vencedores, los cómplices, los niños y las mujeres, los campos de concentración (65). Lógicamente, afloraron los bajos instintos que atenazaron los corazones y el espíritu de muchos, con la extensión de una moral sin límites, abandonados a las pasiones más bajas y, carentes de la mínima autoridad, aquellas tierras quedaron gobernadas durante varios años por el más simple vandalismo desatado que, a veces, se prologó más de lo debido (418).

Peor todavía es la venganza que sucedió a continuación, la revancha, tomarse la justicia por su mano y la ley del más fuerte, del instinto de supervivencia que arrasó Europa de norte a sur y de este a oeste, en todas las capas de la sociedad (37, 67).

Es importante subrayar que el autor deja clara la correcta actuación de la Iglesia Católica en el problema de la persecución de los judíos (42) y también, en general, de la importancia de las creencias no solo como consuelo sino como fuente de caridad, en aquellos momentos de grave dificultad.

José Carlos Martín de la Hoz

Keith Lowe, Continente salvaje. Europa después de la Segunda Guerra Mundial, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona 2016, 539 pp.