Libertad y libertades

Se ha escrito mucho sobre la diferencia abismal existente entre estos dos términos, aparentemente semejantes pero diametralmente opuesto de hecho. Ser libre supone capacidad de librarse de esclavitudes, vivir sin ataduras, para poder seguir un camino que me lleva a mi realización personal, que termina, para todo hombre, en la gran fiesta de la visión de Dios. Las libertades con demasiada frecuencia son justamente ataduras. Libertades para hacer en cada momento lo que me apetece, es lo que ofrecen en general muchos políticos, sabiendo cuantos caerán en esa trampa.

Se ha editado recientemente un pequeño libro que muestra “8 historias sin vergüenza” –así se titula-, o sea ocho historias de personas que han estado al borde del precipicio, con una vida desastrosa, en gran medida por haberse dejado llevar por el capricho, el vicio, el apasionamiento, en definitiva por esas libertades que muchos desalmados ofrecen para tender ataduras, y que destrozan las vidas. Merece la pena la lectura de este librito para captar en el detalle hasta qué punto puede llegar una persona, normalmente con poca madurez, casi siempre con muy poca experiencia de la vida.

Por otra parte el bien conocido filósofo López Quintás, después de una lista interminable de títulos publicados, ha sacado a la luz un breve ensayo, “La palabra manipulada”, donde advierte, de modo sencillo y apto para cualquier lector, de hasta qué punto nos engañan muchos charlatanes manipulando el sentido de los términos. Este del que hablamos sería un caso: parece lo mismo, libertad/libertades, y sin embargo terminan siendo, casi siempre opuestos.

Libertad para abortar, dicen. O sea, libertad para matar a un ser vivo, para matar a un hijo, dejando después la conciencia de la persona machacada para toda la vida. Libertad para consumir droga. Ahora no se penaliza el consumo, se da por supuesto muchas veces. Por ejemplo, en una campaña de tráfico reciente: “Si consumes droga no conduzcas”. No hay ninguna objeción al hecho de consumirla, es más aparece en todos los carteles luminosos de la autopista esa frase que da por supuesto que lo hace cualquiera, pero sabemos que  es una esclavitud gravísima, de la que solo puede advertir el pobre que ha conseguido sobrevivir y salir de allí después de mucho sufrimiento. Pero eso parece que a muchos políticos no les importa.

Nos engañan, los prestidigitadores de la palabra nos obnubilan, nos admiran con su palabrería brillante y no nos damos cuentan de hacia dónde nos llevan. Todos hablan de progreso, palabra talismán, pero no queda claro, para nada, qué es eso. Hace falta advertir al ciudadano, enseñarle, hacerle pensar. Seguramente es lo último que desean los tertulianos de muchas ofertas televisivas, los oradores en mítines partidistas. ¿Qué piensen? ¿Para qué? Pero precisamente lo que nos hace libres es pensar, calibrar, calcular, meditar, buscar la verdad.

Dos libros interesantes para encontrar el buen camino hacia la libertad, el de Cejas y el de López Quintás, dentro de una lista grande de obras que nos han ayudado siempre y seguirán sirviendo.

Ángel Cabrero Ugarte

Cejas, J. M,, 8 historias sin vergüenza, Freshbook 2015

López Quintás, A., La palabra manipulada, Rialp 2015