Los anti-filósofos franceses (1750-1789)

 

Con este expresivo nombre, se suelen agrupar a un buen número de escritores y pensadores, sobre todo franceses que, en pleno siglo XVIII, estaban comprometidos con la verdad y con la Iglesia católica y no se dejaron abrumar ante las ácidas críticas de Voltaire, Diderot y del resto de los llamados filósofos de la época de la Enciclopedia francesa.

Eran, por tanto, autores ilustrados que trabajaban, sobre todo en Francia y en España, contra la hegemonía del enciclopedismo francés y del pensamiento único que se estaba generando y, sobre todo, en defensa de la verdad, contra la falsa y apresurada ruptura que se estaba haciendo con la tradición. Se consideraban católicos, ilustrados, cultos y no veían a la Iglesia católica como intolerante o negadora de la verdad.

Para caracterizarlos mejor acudiremos al trabajo coordinado por la profesora Villacañas, recientemente publicado, sobre Los orígenes de la tolerancia, donde se enumeran y explican estos autores en el artículo del historiador Jonathan Israel de la universidad de Princeton.

El trabajo de Israel arranca con un resumen de la vida y obra del más importante de ellos, el abate Claude-François Nonnotte (1711-1793), que compuso un famoso diccionario contra las obras de Voltaire, reeditado varias veces en Francia y traducido a las principales lenguas (224).

Nonnotte, decía sobre Voltaire y sus compañeros: “al reclamar tolerancia para sí mismos, se comportaban de un modo intolerante con los demás, demuestran con ello que no hay nada más contrario a la razón ni más peligroso para la sociedad que la tolerancia que no paran de exigir” (225). De hecho Voltaire reaccionó airadamente contra las críticas de Nonnotte (226), Pichon, Bergier, Guyon, Marin, Gauchat, Vernet, quienes a su vez, defendían la verdad católica y la verdadera tolerancia.

Por ejemplo, Bergier discutía elegantemente contra Voltaire afirmando que la Iglesia católica no era la responsable de la matanza de la noche de san Bartolomé de 1572, sino que esos “denominados católicos” habrían actuado mal y sin el respaldo de la Iglesia, que sabe que la violencia solo engendra violencia.

Asimismo los antifilósofos discutieron con Diderot y D’Holbach,  que se defendían afirmando que los antifilósofos eran vulgares escritores sin ideas propias y que sólo sabían copiar argumentos manidos y que esto era lo que se comentaba en otros países (229). Pero los antifilósofos respondían con más argumentos y “se mostraban categóricos respecto al carácter básicamente racional del cristianismo y subrayaban constantemente la necesidad de basar sus afirmaciones sobre la ciencia más actual y la filosofía” (229).

Por ejemplo, el benedictino Chaudon (1737-1817),  era muy partidario de unir a los pensadores católicos y protestantes, con Locke y a Newton, para defender la creación, la revelación, los milagros y el mundo sobrenatural. En cualquier caso es indudable que estos autores fueron constantes y tenaces en la determinación de unir fe y razón (230).

Finalmente recordemos que si Locke era el aliado fiel de la ilustración católica y francesa y Rousseau su medio amigo y medio enemigo, Bayle era el enemigo constante y permanente. Así terminará Israel su exposición: “La clave de la victoria cristiana sobre el deísmo y el ateísmo, erigida sobre una base ilustrada, se debió a una razón y una tolerancia limitadas inseparablemente unidas a la fe” (235).

 

José Carlos Martín de la Hoz

María José Villaverde Rico (ed), Forjadores de la tolerancia, ed. Tecnos, Madrid 2011, 322 pp.