Los primeros cristianos

 

El Santo Padre Francisco en la Exhortación Evangelii gaudium anima a los cristianos del siglo XXI  a regresar a la vida de los primeros cristianos para afrontar las dificultades y persecuciones con el talante sobrenatural con el que ellos lo hicieron: "Es sano acordarse de los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa. Hay quienes se consuelan diciendo que hoy es más difícil; sin embargo, reconozcamos que las circunstancias del Imperio romano no eran favorables al anuncio del Evangelio, ni a la lucha por la justicia, ni a la defensa de la dignidad humana. En todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos. Eso está siempre, con un ropaje o con otro; viene del límite humano más que de las circunstancias. Entonces, no digamos que hoy es más difícil; es distinto. Pero aprendamos de los santos que nos han precedido y enfrentaron las dificultades propias de su época" (Evangelii gaudium n.263)

Hay muchas formas de abordar el estudio y la comprensión de la vida de los primeros cristianos. En primer lugar, como es lógico, con la lectura del Nuevo Testamento; los Hechos de los Apóstoles, las cartas paulinas, etc. En segundo lugar con los textos de los llamados Padres Apostólicos, aquellos que trataron personalmente a los Apóstoles el Señor y, finalmente, con la lectura de los Padres de la Iglesia que nos refieren hechos y comentarios de la Tradición Apostólica.

Asimismo, es mucho lo que se ha escrito a lo largo de los siglos sobre los primeros años, como la Historia Eclesiástica de Sócrates o la de Eusebio de Cesarea, o el de viris illustribus de San Jerónimo y las Etimologías de San Isidoro de Sevilla. También son muy útiles los trabajos de síntesis de los últimos siglos de Newman, Bardy, Danielou, etc.,

Finalmente, desde el siglo XIX comenzaron a escribirse novelas históricas de gran categoría, respetuosas con la historia y con el ambiente de aquellos años de expansión de la fe. Son muy conocidos las obras de “Quo vadis?” De Sienkiewicz, “Ben-Hur” de Wallace, “Mario el Epicuro” de Walter Pater “Fabiola”  de Wiseman y “Callista” de Newman.

En esa línea de la novela histórica, aunque con un tono más sobrio,  Ángel Cabrero, se introduce en el ambiente del final del siglo I mediante la supuesta correspondencia entre Lucas, el autor del tercer Evangelio, y un romano de alta posición en la Corte de Vespasiano, recién convertido a la fe.

La novela va cogiendo fuerza a partir de la prisión de Teófilo y mantiene el interés hasta el final. Al hilo de los acontecimientos, el autor va situando diversas etapas de la vida de Jesús que pueden encender el alma de Teófilo y darle resortes sobrenaturales para resolver los problemas diarios

La novela tiene una notable carga espiritual, está bellamente descrita, y sólidamente trabada, lo que ayuda al lector tanto como al protagonista del relato. Los comentarios y ambientación de los textos del Evangelio que se narran son sobrios, delicados y ayudan a situar al lector y aprender de ellos.

Lógicamente, como es difícil de evitar y, además, esto es bastante opinable, se producen algunos anacronismos; señalo algunos de ellos: la cuestión de la edad del bautismo (22),  la del número de hijos (103) y el ambiente que rodea la aparición de Jesús a más de quinientos discípulos en el Monte Tabor (179).

 En suma una obra literaria e históricamente de gran valor que vale la pena leer con detenimiento.

 

José Carlos Martín de la Hoz

Ángel Cabrero Ugarte, Cartas de Lucas, ed. Palabra, Madrid 2015.