Los rostros del Espíritu

 

El Profesor Clément ha sido durante muchos años investigador y docente en el famoso Instituto San Sergio de París, dedicado al estudio de la Teología en la Iglesia Ortodoxa. Ha centrado sus esfuerzos en el conocimiento de Dios Espíritu Santo, el Paráclito o Consolador.

Además, la unidad de la Iglesia, es un tema esencial en los trabajos de Clément y, especialmente, en el estudio que ahora presentamos. En cierto modo, la gran unidad de las Iglesias, sólo tiene un camino ecuménico, la revalorización de la devoción y trato con el Divino Paráclito: "la finalidad de la encarnación, de la cruz, de la resurrección y de la exaltación de Jesús es Pentecostés. En Cristo, la Iglesia es 'Iglesia del Espíritu Santo''"(9).

Parte importante, por tanto, del camino de la unidad será, según nuestro autor, el estudio e investigación de la Tradición pues  "La tradición es una sinfonía inspirada por el Espíritu: todas las generaciones, todos los lenguajes son llamados a crear esta composición. El Espíritu, a través de las manifestaciones todavía incompletas y de los sucesos trágicos de la historia, prepara la segunda venida del Señor, la plena fructificación de la semilla de Cristo gracias a la oración de los santos, a la sangre de los mártires y a todas las creaciones en las que se inscribe la 'vida más elevada'" (13).

En segundo lugar, Clément reunirá en este trabajo los frutos de muchos años de investigación y nos hará volver al día de Pentecostés. "la unidad se expresa en la diversidad de los rostros, cada uno de los cuales es iluminado, en aquello que resulta insustituible, por una lengua de fuego del Espíritu" (21).

Así es clave que podamos decir: Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Porque el hombre actual quiere vivir, sueña apasionadamente con la vida, pero lo que experimenta es tan sólo el impulso del crecimiento biológico, una floración destinada a marchitarse: "Los Padres insisten en que a nosotros no se nos pide erradicar y destruir los dinamismos naturales, sino purificarlos" (105).

Pero para llegar al Paráclito hace falta sosiego: "En la obra El pabellón del cáncer (Solzhenitzyn 1974), un viejo y sabio médico, al ser interrogado acerca de la sorprendente seguridad de sus diagnósticos, responde que en cierto momentos deja que su corazón se pacifique, se asiente, hasta 'quedar como un lago tranquilo en el que pueden reflejarse la luna y las estrellas'. Soplo entonces logra intuir algo de la interioridad de sus pacientes por encima de sus simples condicionamientos sociales o biológicos. Este corazón, asegura Marcos el Asceta, es el santuario interior iluminado por la gracia bautismal, del que 'las almas más nobles reciben los bellos y buenos propósitos' (El bautismo, 5)"(107).

Es más, como nos dice Clément en las páginas finales: "Tanto en Oriente como en Occidente la meditación parte de la salmodia o de la lectio divina, lectura amorosa y orante de las Escrituras, que se interrumpe cuando el corazón queda tocado. Durante la Edad Moderna se elaboraron en Occidente, en el ámbito psicológico, refinados métodos de oración que suelen recurrir a la imaginación, como proponen en los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. En Oriente se prefiere orar desde el misterio profundo del cuerpo, para lo cual se atiende no solo al ritmo de la respiración, sino también al de los latidos del corazón" (151).

José Carlos Martín de la Hoz

Olivier Clément, Los rostros del Espíritu, ed. Sígueme, Salamanca 2015, 158 pp.