Los silencios del Papa

En estos días hemos podido contemplar la mirada y la

sonrisa de Benedicto XVI en su estancia en Valencia, con motivo de la clausura

de la V Jornada mundial de la Familia. Gracias a las cámaras de la televisión

hemos podido seguir sus gestos, su rostro, su temple. El resultado es

contundente: el Santo Padre es un hombre que tiene paz y da paz.

La clave de

esa paz la encontramos en su escucha a la Palabra de Dios en las diversas

ceremonias a las que hemos asistido. Pero, también, en la atenta escucha a las

personas: los Reyes, las autoridades eclesiásticas y civiles, la extraordinaria

acogida del pueblo, de los obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas.

Pero, sobre

todo, esa paz la alcanza en los silencios al rezar: ante el Santísimo

Sacramento, el Santo Cáliz y la Virgen de los desamparados. Su silencio se

hacía muy elocuente al verle dirigirse a Dios. Por eso el padrenuestro rezado

con los familiares de las victimas en la Basílica de la Virgen, fue el mejor y

más conmovedor consuelo que pudo ofrecerles.

La fuerza

teológica de sus discursos, su claridad para defender la familia cristiana, su

impulso para vigorizar la transmisión de la fe en el hogar, su exigencia a los

responsables eclesiales y civiles para llevar a cabo una renovada tarea a favor

de todas las familias. Todo ello se origina de su intensa oración, de su

coloquio íntimo con Dios.

La pregunta

que hacía Benedicto XVI en su visita a los campos de exterminio nazi en Auschwitz

o que hizo el Arzobispo de Valencia, Mons García Gasco en el funeral por las

víctimas del accidente del metro de Valencia: ¿Dónde estaba Dios en aquellos

momentos? Es la pregunta de la oración. Sólo quien reza, quien dialoga con Dios

alcanza respuestas de santidad a los problemas de la vida. En esos coloquios

Dios habla e ilumina con respuestas orientadoras. La primera de ellas es que

Dios está allí donde los hombres sufren. Pues todo eso lo ha asumido Jesucristo

y lo ha hecho suyo, en el Sacrificio Redentor, a diario renovado en los altares

del mundo entero.

Benedicto XVI

ha llenado Valencia, España y el mundo entero con su sonrisa. Tiene paz y da

paz. El mensaje a las familias del mundo entero ha sido un mensaje de

esperanza. En la institución familiar está la clave de una existencia más

humana. En la familia se aprende el arte de amar y de vivir.

Educar para la

libertad y en libertad, sólo es posible para los padres que han puesto cada día

su confianza en Dios, en el diálogo con Dios. Y, como consecuencia, se siguen

entregando mutuamente el don del amor.

Porque

Benedicto XVI no sólo ha escrito una Encíclica sobre el amor. Nos ha enseñado

con su vida, como se lleva a la práctica: amando a Dios y a los que nos rodean.

José Carlos Martín de la Hoz

Academia de

Historia Eclesiástica