Lutero y la libertad

 

Estamos celebrando el final de los actos conmemorativos del V Centenario de las famosas tesis luteranas en la ciudad alemana de Wittemberg, con las que el Maestro Martín Lutero OSA, comenzaba a plantear una reforma de la Iglesia, pero que no culminó, como parecía ser su intención, en la tan deseada reforma, sino en una verdadera rebelión y en una reforma de la fe que llevó a la atomización de aquellas tierras en múltiples sectas cristianas.

A lo largo de los últimos meses, hemos asistido a la edición de múltiples biografías y trabajos de investigación sobre Lutero que han incidido sustancialmente en la trascendencia de su mensaje y en la valoración de la hondura de sus aportaciones. Todo ello desde un clima general de respeto hacia la persona y la bondad de su intención, pero también con la conclusión firme del fatalismo luterano y de la corrupción de la naturaleza humana, que contradice la esencia del mensaje cristiano. Esto no se puede negar, sin ofrecer a un Lutero falsificado.

Es importante para valorar la obra teológica y filosófica de Lutero volver a su escrito de mayor importancia, el tratado De servo arbitrio, sobre la libertad esclava, redactado en 1525 en pleno combate intelectual contra Erasmo de Rotterdam, donde negaba, contundentemente, el valor de la libertad humana (14-16).

Precisamente, ese trabajo de editar y estudiar la obra más teológica de Martín Lutero, lo llevó a cabo uno de los más grandes teólogos del siglo XX, el profesor sevillano Lucas Francisco Mateo Seco (1936-2014), Ordinario de Teología de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, especialista en san Gregorio de Nisa y uno de los autores más finos en la teología dogmática del siglo XX. Recomendamos volver a este texto, pues aporta luces importantes.

La historia de la Iglesia muestra fehacientemente que los verdaderos reformadores que han ido surgiendo movidos por el Espíritu Santo a lo largo de la historia han sido los santos y Martín Lutero, como han demostrado las muchas biografías publicadas a lo largo de este año jubilar, fue un apasionado controversista, hombre verdaderamente deseoso de su salvación: “pensaba y afirmaba de sí mismo que era el hombre elegido por Dios para descubrir a los mortales el verdadero sentido del cristianismo” (9). En realidad: “Lutero mantiene con claridad una tesis a la que es fiel durante toda su vida: fe y razón se contradicen mutuamente y, por tanto, nada tienen que ver el quehacer filosófico con la contemplación teológica. Desde su punto de vista religioso, desde su actitud teológica, la filosofía carece de importancia” (11). Enseguida hay que recordar el fondo nominalista del concepto luterano de libertad arbitraria de Dios (66), por la que termina influyendo en el actual relativismo: “Lutero con sus célebres disyuntivas -fe y obras; fe y razón; libertad de Dios o libertad humana- crea un clima espiritual, sin el cual parece imposible que hubiese arraigado de tal forma el subjetivismo radical que se encuentra en la base de grandes sectores del pensamiento contemporáneo” (13).  Han pasado los siglos y la Iglesia Católica y la comunidad luterana han recordado que es Dios quien nos justifica, pero como decía san Agustín: “Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti”.

José Carlos Martín de la Hoz

Francisco Lucas Mateo Seco, Martin Lutero: sobre la libertad esclava, colección crítica filosófica, ed. Magisterio Español, Madrid 1978, 222 pp.