Lutero y la Reforma

 

Acaba de terminar el V Centenario de las famosas tesis de Wittenberg y, con independencia de que Martin Lutero las colgara o no y, sobre todo, de cuántas de ellas eran correctas y cuantas incorrectas, se hace necesario trazar, aunque sea rápidamente un balance de lo que hemos aprendido esto año de tantos congresos y publicaciones en el mundo entero.

La tarea que acabamos de enunciar la realiza magníficamente el profesor Santiago Madrigal Terrazas, quien con sabiduría, acierto y mano izquierda, como miembro de la Comisión de Relaciones interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española y profesor de teología ecuménica, en este magnífico volumen publicado por la Biblioteca de Autores Cristianos, nos recoge lo más interesante aportado por Lutero y sobre Lutero y recogido en los diversos foros celebrados sobre esta figura egregia en este año celebrativo.

En efecto, cuando el papa Francisco firmó la última Encíclica del papa Benedicto XVI, Lumen fidei, preparada para culminar el año de la fe, al término de su fecundo pontificado, en el año 2103, se publicaba, la primera Encíclica del nuevo papa y lo hacía acerca del tema de la oscuridad de la fe.

De modo desconcertante, el papa haciendo un juego de palabras, terminaba por resaltar y hablar de la poderosa y cegadora luz de la fe con un vigor extraordinario que no ha hecho sino aumentar incesantemente. Es interesante volver a los Padres, volver al Magisterio, volver a los teólogos y a la teología equilibrada de Santo Tomás y de los grandes escolásticos como San Buenaventura, Ricardo de San Víctor o el beato Juan Duns Escoto.

A la luz de la fe completa, la de siempre, la enseñanza en todas partes, a todas las gentes y por todos; la sana doctrina verdadera, predicada por los apóstoles bajo la guía del Espíritu Santo y que ha llegado a nuestros días, merece la pena que, cinco siglos después leamos las obras de Lutero y de los controversistas, pero, sobre todo, releamos el tesoro del Concilio de Trento y, sobre todo, las explicaciones y luces del catecismo de párrocos publicado por san Pío V.

La conclusión de las obras acerca de Lutero en este año jubilar es que no era un teólogo metafísico, sistemático, realista y conocedor de la teología sacramentaria que había llegado hasta él pero que no había ni leído ni asimilado.  La teología nominalista que manejaba era claramente insuficiente para levantar un edificio teológico de la categoría del que intentó destruir con intuiciones evangélicas sin fundamentar.

Sin duda podemos hablar de una persona con don de profecía, lleno de buena intención, con amor completo y radical a Jesucristo, con deseos de reforma de la Iglesia, pero que dedicó su tiempo a destruir la Iglesia visible que conocía, como si el fin del mundo estuviera tan cerca que no hiciera falta construir nada nuevo.

José Carlos Martín de la Hoz

Santiago Madrigal Terrazas, Lutero y la Reforma. Evangelio, justificación e Iglesia, ediciones BAC, Madrid 2019, 354 pp.