Lutero y la verdad

 

Que la verdad siempre acaba imponiéndose es un hecho incontrovertible, que acabamos de comprobar en la reciente publicación del profesor Santiago Madrigal Terrazas, miembro de la Comisión de Relaciones interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española y profesor de teología ecuménica, en la Biblioteca de Autores Cristianos, sobre el reformador Martín Lutero, cuando nos presenta en lengua española un trabajo de verdadera síntesis acerca de las conclusiones del año conmemorativo del reformador alemán.

El profesor Madrigal ha logrado exponer la verdadera historia de Lutero desde el ángulo y la perspectiva ecuménica, sin faltar al rigor de la verdad histórica y recogiendo todas las sensibilidades en torno a tan importante personaje. Es una satisfacción saber que el resultado de tan importante y novedosa investigación sobre Lutero se podría resumir en la coincidencia de las tesis defendidas y dadas a conocer por el profesor García Villoslada en sus dos famosos volúmenes publicados por la BAC y reeditados recientemente.

La revolución luterana comienza por poner el foco de su atención en el concepto de la justicia, no entendida como justicia conmutativa con Dios y, por tanto, siempre en falta desde la perspectiva del hombre pecador, sino entendida como una justicia liberal, liberalizadora y dadivosa por parte de Dios que se concede por su infinita misericordia.

Los desarrollos y aplicaciones de esa idea sencilla, simple y crucial, se irán produciendo controversia a controversia, cada vez más radical y más separada de la Iglesia Católica, más anti papal y más anti imperial. De hecho, como nos recuerda la historia la disputa de Leipzig (año 1519) con Juan Eck, es ya un punto sin retorno (102). Se llega a identificar con el reformador de Bohemia, Hus, para poder oponerse a los concilios y al papa (120), pues para Lutero, tras Constanza, sólo es seguro el apoyo de la Escritura; lo demás termina por fallar.

Es interesante frente a las tesis luteranas de la claridad de la biblia, recordar la respuesta de Erasmo: “ante formulaciones oscuras de la escritura, había que echar mano de las decisiones de la Tradición o del magisterio eclesial” (122). Así recuerda Madrigal: “Lutero hizo muy pronto experiencia de la aparición de diversas corrientes dentro del movimiento reformado a partir de diversas interpretaciones de la Escritura” (123).

Enseguida contrasta la seguridad que ofrecía el reformador en las disputas y controversias, es decir, cuando actuaba hacia afuera, mientras que, por dentro, hasta el momento de su muerte, padecía el desasosiego. Así pudo esgrimir la Escritura y la conciencia como argumentos en la dieta de Worms frente al emperador. Como señala Madrigal: “con estas armas no había dudado en despreciar la tradición de la Iglesia, la autoridad de los Padres, los concilios y el papa: otro tanto hizo con sus correligionarios convertidos en sus adversarios, a los que quiso obligar a aceptar su interpretación como si fuera la palabra de Dios, como le llegó a reprochar Erasmo” (123-124).

José Carlos Martín de la Hoz

Santiago Madrigal Terrazas, Lutero y la Reforma. Evangelio, justificación e Iglesia, ediciones BAC, Madrid 2019, 354 pp.