Mártires y martirio

 

Son muchas y constantes las llamadas de atención que el papa Francisco está haciendo a la comunidad internacional, para llamar la atención y despertar las conciencias, acerca de la grave situación de abierta persecución contra los cristianos en muchos lugares del mundo, donde silenciosa e impunemente están dando su vida, a miles, cristianos de toda clase y condición por defender su fe en Jesucristo.

Asimismo, en su última exhortación sobre la santidad, Gaudete et exultate, el Santo Padre, nos ha recordado también esa otra la persecución que sufren muchos cristianos en su ambiente familiar, social, o político. Es más solapada, silenciosa, pero terriblemente dolorosa, pues afecta a la naturalidad en las relaciones y a la confianza; se trata de las constantes humillaciones, vejaciones y relegaciones, simplemente por el por hecho de ser cristianos y no someterse a la mayoría de las opiniones del entorno, que fracasan en su tolerancia, que tanto predican y piden para tantos otros órdenes de la vida civil (60).

Es interesante que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017), uno de los padres de la actualidad cultural y filosófica, al buscar caracterizar la sociedad contemporánea y, definir su concepto clave, la modernidad líquida, huya de la radicalidad del martirio: “La sociedad moderna líquida es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en unas rutinas determinadas. La liquidez de la vida y la de la sociedad se alimentan y se refuerzan mutuamente. La vida liquida, como la sociedad moderna liquida, no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo” (9).

Es lógico que evite hablar de actuaciones coherentes, vidas ejemplares o la estabilidad de la vida virtuosa, de hecho, añadirá en consecuencia que: “lo que escasea estos días no son sólo personas que anhelen morir por algo o por alguien, o que estén dispuestos a hacerlo cuando se les impulsa a ello o se les pida que lo hagan” (57).

Quizás, por su teoría, no sepa descubrir que el verdadero martirio requiere la gracia martirial, de ahí que la Iglesia a los mártires que han dado su vida por Jesucristo, es decir que han sido ajusticiados por odio a la fe, les beatifique directamente, sin esperar a que Dios haga un milagro, por la intercesión del Siervo de Dios.

Tiene sentido, por tanto, que superar el instinto de supervivencia por la fidelidad a Jesucristo, solo sea posible por una gracia especial de Dios. En ese sentido que Bauman haga abstracción de esta realidad del martirio cristiano, sencillamente solo tiene una explicación; porque no le cuadra con su teoría preconcebida acerca de la “modernidad líquida” (65).

José Carlos Martín de la Hoz

Zygmunt Bauman, Vida líquida, ed. Paidós, Barcelona 2017, 206 pp.