Moralidad interior

 

La obra intelectual y moral del jesuita Aragonés Baltasar Gracián (1601-1658), sigue siendo de una gran actualidad, en especial por sus llamadas a la sinceridad con Dios, pero también a la prudencia en las relaciones humanas, puesto que han de ser consecuentes con la diversa formación de las personas. Así pues, se requieren relaciones no exentas de caridad, pero tampoco del necesario conocimiento de las personas para aprender a convivir y compartir.

De hecho, cuando el sabio jesuita Gracián escribe y publica en Huesca en 1647, su “oráculo manual y arte de prudencia”, que será traducido en 1684 en París con gran éxito, aunque con otro título y, por tanto, con otra intención. Así pues: “L’Homme de Cour de Baltasar Gracián”, penetrara en la cultura francesa hasta convertir la virtud de la prudencia en “algo basado en la naturaleza y la razón, y nada, o bien poco, al menos en apariencia, en la Piedad” (9).

Es importante para Gracián el saber práctico, el agire, también el obrar virtuoso, no sólo la sabiduría contemplativa, pues como dice nuestro autor si no se es un poco negociante es fácil que seamos engañados por los hombres habituales (34).

Enseguida, concretará aún más el modo de proceder del cristiano prudente en la jungla de la gran urbe, entre las curiosidades de los hombres y las habituales prácticas plebeyas de la envidia, del recelo, de la animadversión: “la transparencia (ser de vidrio) con Dios es exigible: sería una torpeza para con los hombres de hoy, e incluso los amigos, escasos e indispensables compañeros de viaje, entre los que hay que distinguir con tiento amos amigos de la persona de los amigos de la fortuna” (35).

Para Gracián las palabras sabio, virtud y voluntad “son los nombres del más elevado y ardiente deseo, el de superar con la mayor inteligencia y elegancia, la ciénaga humana de la modernidad, que él debe explotar y soportar, primero en sí mismo, para restaurar y salvaguardar en él la imagen de Dios” (36).

Así pues, gracias a la santidad de vida, correspondencia a la abundante gracia de Dios, podemos sortear lo que Gracián denomina las “trampas del mundo que nunca ha sido tan hábil como hoy para sorprender, denigrar, abatir y orillar a los mejores” (38).

Es divertido que confunda el profesor Fumaroli el arte de la prudencia con la tauromaquia e incluso con la logomaquia, pues, nada más lejos de la realidad que pensar en Gracián como un español experto en el arte del toreo o un simple experto en el arte de los españoles de discutir: “pelea la sagacidad con estratagemas de intención” (Máxima 13).

Asimismo, resulta de un gran interés la llamada de Gracián a formar un ejército de laicos capaces de aguantar en el orden monárquico con la cabeza bien alta “afrontando lo cotidiano de un mundo civil y vil, sin convertirse en víctima de sus errores y de su vanidad” (43).

En efecto, para Gracián, esa situación implica abundancia de gracia para salvarse y consejos prácticos para avanzar “con mucha prudencia, constancia, mérito y gracia hacia la gloria personal e incluso la santidad” (44). No podemos olvidar que Gracián era jesuita y que la Compañía habría sido fundada en 1534 y, por tanto, ya contaba con sabios teólogos como Francisco Suárez cuando nuestro autor escribe sobre la prudencia humana y sobrenatural y, cuando. En 1657 escribe sobre la Eucaristía en un bellísimo tratado (61).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Marc Fumaroli, La extraordinaria difusión del arte de la prudencia en Europa. El oráculo manual de Baltasar Gracián entre los siglos XVII y XX, ediciones acantilado, Barcelona 2019, 178 pp,