Desde hace unos años han ido apareciendo en el mundo editorial en España diversos trabajos en relación con el quehacer filosófico y, en concreto, con la búsqueda de las soluciones desde ese ángulo a los problemas actuales.

Así sucede, con el trabajo que ahora deseamos comentar, aunque sea brevemente, pues desde el arranque del ensayo filosófico, del profesor Miquel Seguró Medlewicz, investigador de la Universitat Ramon Llull de Barcelona y docente en la Universitat oberta de Catalunya, se plantea la utilidad de la filosofía y del quehacer filosófico en nuestra sociedad contemporánea.

Precisamente, el título del trabajo y su contenido versará sobre la pensar acerca de la vida que vivimos y que compartimos con nuestros familiares y amigos, con esos iguales que se interrelacionan con nosotros en una enriquecedora convivencia.

Nuestro autor, afirma que para él la filosofía es “una forma de estar en el mundo y de relacionarse con él (...) un tipo de preguntas, una invitación a ir más allá de las primeras impresiones, a recrear según la resonancia de las ideas y de los libros, de los sucesos y de sus enseñanzas” (13-15).

Inmediatamente, nuestro autor se adentrará en la teoría del conocimiento y la interpretación freudiana de la filosofía, muy pegada a la neurología y a la medicina de su tiempo, mediante los complejos y el psicoanálisis (28), para concluir que, ante la crisis freudiana, “sin embargo, la filosofía siempre vuelve” (35).

Seguidamente, se dirige a la famosa investigación de Ricoeur sobre Freud y su tesis de los tres sospechosos de haber destruido la conciencia tal y como se había descrito hasta ese momento: Marx, Nietzsche y Freud: “Si Descartes operó en el siglo XVII un giro radical en la filosofía al dudar del mundo y sostener como única certeza posible la conciencia, para Ricoeur este tridente llevó la duda cartesiana al terreno mismo de la conciencia” (36-37).

Poco después regresa al hilo histórico para retomar las consideraciones de la neurocirugía desde la ilustración, cuando “la razón científica se erige como garante fundamental del ideal de Libertad y emancipación de las fuerzas cognoscitivas humanas” (47). Esa línea terminará con la penosa interpretación de Gerhard Roth que afirma que el alma la produce el cerebro, como a Dios lo inventó el hombre (52).

Es evidente, como indica el sentido común más elemental, que no todo se explica con neuronas (66), aunque a nuestro filósofo le haga ilusión: “puede que algún día se descubra que la totalidad de la experiencia humana reside en la estructura neurológica. Entonces sabremos que ya no cabe hablar de Libertad, de justicia ni de bondad. Serán meras palabras, interpretaciones ornamentales de hechos biológicos” (120).

Menos mal que eso no sucederá nunca y podremos seguir hablando de amar, de ser felices, de creer en Dios y de trabajar libremente para construir una sociedad justa y solidaria abierta a otras mentalidades y a la trascendencia.

José Carlos Martín de la Hoz

Miguel Seguró Mendlewicz, La vida también se piensa, ed. Herder, Barcelona 2018, 221 pp.