Pimpinela por aquí, Pimpinela por allá

 

 

La reedición de
style='mso-bidi-font-style:normal'>Pimpinela Escarlata (1905) por
style='mso-bidi-font-style:normal'>Homo Legens es uno de estos

acontecimientos editoriales que sorprenden. Recuerdo haber visto de

pequeño la adaptación cinematográfica de 1934,

protagonizada por Leslie Howard y Merle Oberon encarnando a Sir Percy y Lady

Blakeney respectivamente, en la que el aristócrata inglés

corría innumerables aventuras en la capital francesa para salvar de la

guillotina a los nobles franceses. Siempre me ha parecido una historia de aventuras

fascinante, pero hasta ahora no he tenido la oportunidad de leer la historia

original.

 

En realidad, Pimpinela no es un

libro de aventuras en el sentido de Stevenson, Mason o Dumas. Lo que llama la

atención es que el punto de vista narrativo se centra en todo momento en

Lady Blakeney y no en Pimpinela, por tanto el lector no sabe hasta el final

cual será la reacción de Pimpinela ante el descubrimiento de su

personalidad, ni siquiera se nos cuentan las aventuras del rescate de los nobles,

simplemente vemos la acción en sus consecuencias, no en su desarrollo.

 

El lector contemporáneo,

acostumbrado a los grandes cambios de paisaje, acción, ritmo, etc.,

puede llevarse una gran sorpresa al ver que Pimpinela le lleva de la mano con

un ritmo totalmente ajeno al de la literatura contemporánea. Tanto es

así que de repente comprobará el lector que durante varios

capítulos y varias decenas de páginas, el escenario es

prácticamente el mismo. La mitad del libro transcurre en apenas tres o

cuatro escenarios, todos ellos en Inglaterra, y sin embargo, la tensión

narrativa es creciente e intrigante.

 

Es una obra

contrarrevolucionaria. Ya se dice en el prólogo, pero la autora no lo

oculta. Tiene un toque maniqueo que hay que achacar a la militancia de la

autora. Inglaterra es elogiada como la tierra de la libertad hasta la

exageración; los nobles son nobilísimos y los revolucionarios son

malvados. Incluso a un mismo nivel de extracción social, por ejemplo el

posadero inglés y el francés, uno es cortés, servicial,

justo en los precios, discreto, y por el contrario el francés es

hipócrita, avaro, sucio, maleducado, traidor. No obstante, no hay que

olvidar que el punto de vista sigue siendo el de Lady Blakeney, a pesar de que

la obra se escriba en tercera persona, lo cual explicaría también

estos maniqueísmos.

 

Es romántica. El amor

mueve a la protagonista tanto en la búsqueda de su marido como en el

intento de salvar a su hermano. Es un amor exaltado, cortés pero

apasionado, de total entrega, pero con el peso de una etiqueta social.

 

Resulta llamativo que los

personajes sean tan modernos en ciertos sentidos. El héroe no es un

héroe romántico decimonónico, sino un héroe muy de

la segunda mitad del siglo XX: fornido, atleta, alto, guapo, audaz,

además de rico, simpático, con gran presencia social. Ella es

guapísima, con un pasado de actriz famosa, la más inteligente de

Europa se dice en varias ocasiones, la atracción femenina personificada.

Casi no se puede retratar mejor el ideal de ambos sexos, tan de "novela

rosa" que todavía hace furor en nuestras librerías, con una

estética que se rige por un canon de belleza contemporáneo.

 

Todo este conjunto de rasgos
class=GramE>conforman una novela que hay que leer como testimonio de una

época, que se paladea lentamente, con ese sabor de los clásicos

de aventuras que dio pie a varias adaptaciones teatrales y

cinematográficas con un inmenso éxito. Es, en definitiva, el

epígono de la gran novela decimonónica del Romanticismo y el

antecedente de la novela romántica del siglo veinte.

 

 

 

Carlos Segade

Profesor del Centro Universitario Villanueva

 

 

Para leer más:

 

Baronesa de Orczy: Pimpinela Escarlata


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