Pio VII y Napoleón



            El
profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, Antonio Manuel Moral,
acaba de publicar una interesantísima monografía sobre las
relaciones del Papa Pio VII y Napoleón. Un
trabajo que merece ser reseñado con mayor amplitud.


            La
descripción, necesariamente somera de los hechos de la Revolución
francesa de 1789, sigue estremeciendo cada vez que se vuelven a leer. Una
Revolución que se comió a sus propios protagonistas y que, aunque
sigue siendo clave para entender el mundo moderno, no deja de sorprender por su
violencia y extremada agresividad antirreligiosa. Primero parecía querer
hacer desaparecer a la Iglesia; luego fue atea; después Deísta y,
finalmente, quiso volver a ser católica. Todo ello en pocos años.


            Desde
el punto de vista del pensamiento sigue sorprendiendo como una
revolución tan radical, que envió a la guillotina a un rey,
pasó a tener un Emperador que conquistó Europa y, finalmente,
entronizó a un descendiente del rey guillotinado. Se trata, por tanto,
de un ejemplo de cómo unos pocos manipularon a la población a su
antojo. Como resalta el prof. Moral: "Las
épocas de transición suelen ser muy difíciles, llenas de
convulsiones, disturbios, arbitrariedades, pactos y, en muchas ocasiones,
rodeadas de cuantiosa violencia"(p.12).


            Parte
de esa violencia se derivó de las incoherencias de la revolución:
libertad, igualdad y fraternidad, para todos, menos para la Iglesia. Como
recuerda este trabajo: "Actualmente, la mayor parte de los historiadores
considera que la
Constitución Civil del Clero fue un error decisivo de
la Revolución, al ser un atentado contra las conciencias de buena parte
de la sociedad francesa"(p.24).


            Napoleón,
al igual que los revolucionarios, impuso sus ideas y estrategias con violencia.
La Revolución llevó a hacer morir a Pío VI en el exilio y
publicó en los periódicos de París la famosa frase:
"Pío VI y último".  Napoleón encarceló a
Pío VII en un desesperado esfuerzo por hacerle claudicar. Ahí
mostró su autentica cara: imponer sus ideas y su imperio por encima de
la razón y de la verdad cristiana, que parecía respetar. La
violencia no es apta ni para vencer, ni para convencer. Por eso, unos y otros
fueron derrotados.


            Finalmente,
el nuevo orden mundial de las ideas de la Revolución francesa
acabó apareciendo por el camino natural: el diálogo y la difusión.
También esas ideas sufrieron su criba hasta alumbrar
gran parte de la actual cultura occidental. A su vez la cultura actual
será sustituida por otra, y así sucesivamente, pues la libertad
lleva a organizar la sociedad de mil maneras distintas, según los
hombres quieran hacerlo. Esperemos que hayamos aprendido la lección.


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Para leer más:


 


Moral
Roncal, A.M. (2007)
Pío VII. Un Papa
frente a Napoleón
, Madrid
Silex,