Prudencia al hablar y al escribir

 

“Aprende a guardar silencio, sobre todo cuando estés enfadado o molesto por algo. El silencio no es un fin en sí mismo, pero sí un medio importante para alcanzar un fin”. Así se expresa Lovasik (2015) en su recomendable libro sobre la amabilidad y creo que es un asunto que ha interesado siempre, a lo largo de la historia, porque, qué duda cabe, es muy fácil pecar por exceso, por bocazas, o sea, tener que arrepentirse de haber hablado demasiado.

Al leer estas y otras consideraciones similares me vino a la cabeza el dichoso WhatsApp, instrumento de gran utilidad habitualmente para una comunicación rápida, pero que puede llegar a ser un auténtico martirio y, en muchos casos, elemento de discordia.

Cuando uno dice algo insultante o poco amable puede llegar a romper relaciones con otras personas. A veces, en un momento de enfado, decimos cosas de las que nos arrepentimos enseguida y que, con un poco de mala suerte, quedan en la memoria del otro por mucho tiempo o incluso para siempre. Además, cuando se trata de algo dicho a través del WhatsApp, ¡queda escrito!

Comunicarse por escrito tiene la gran ventaja de que podemos repasar antes de enviar. Parece una medida de prudencia elemental la actitud de corregir al menos un par de veces lo escrito antes de dar a ENVIAR. Por tres cosas. Primera, para evitar palabras duras, equívocas, que se puedan interpretar mal. Es buena costumbre leer en voz alta lo que se ha escrito, se percibe de otra manera. Nos daremos cuenta de que hay cosas que se pueden decir a la cara, con gesto de amabilidad o de guasa, y no se pueden poner por escrito, incluso aunque se añadan emoticones –que no pueden ponerse en un escrito medianamente serio-.

En segundo lugar, repasando evitamos faltas de ortografía lamentables y erratas que confunden. Puede ocurrir que el destinatario no entiende el texto simplemente porque falta una coma que cambia totalmente el sentido. En tercer lugar, en este medio “diabólico”, puede ocurrir que se mezclan argumentos y que cuando el destinatario está escribiendo una aclaración, el otro ha introducido otro tema y que llegue un momento en que no se sabe bien a qué se está contestando.

Lovasik dice también: “La sal de la sabiduría debe sazonar tu conversación en todo momento. La sabiduría se demuestra callando, o diciendo la palabra oportuna en el momento oportuno. Si eres sobrenaturalmente sabio y amable, el Espíritu Santo te ayudará  a dar la respuesta adecuada cuando te pregunten”. Lo peor que puede ocurrir con el WhatsApp es que se utilice como un instrumento para una conversación rápida. Ya la conversación telefónica puede ser peligrosa, pues no se ven las caras, pero al menos se escucha el tono de voz. Con la conversación de WhatsApp, escrita a toda velocidad, se pueden complicar muchas cosas, y no tiene remedio.

La sabiduría se demuestra callando, esperando, sopesando lo que se está diciendo, sin precipitaciones, y esto es válido para una conversación cara a cara –es más difícil-, en una conversación telefónica y, desde luego, en una conversación escrita. Callar, esperar -no hay por qué contestar en el momento- es síntoma de prudencia y de caridad.

Ángel Cabrero Ugarte

Lovasik, L., El poder oculto de la amabilidad, Rialp 2014