Realismo salvífico

 

Una de las cuestiones más debatidas en la historia de la teología católica, desde las tempranas controversias con los luteranos y calvinistas del siglo XVI, hasta el contundente desenmascaramiento de la teología modernista de comienzos del siglo XX, ha sido la cuestión del realismo eucarístico y, en concreto, la definición de la transustanciación. No en vano el discurso eucarístico contenido en el Evangelio de Juan culminaba con el rendido acto de fe del primado de los apóstoles, san Pedro: “A quién iríamos? solo tú tienes palabras de vida eterna” (Io 6,69).

Estas palabras de vida eterna están expresadas con gran claridad, en la parte final del extraordinario trabajo teológico del profesor José Luis Illanes, titulado “Mundo y santidad”, al que hemos hecho ya referencia en estas páginas del “Club del lector”, acerca de la relación entre santidad y mundo.

Precisamente, para iluminar el mundo desde dentro que es la santificación de las realidades temporales, nuestro autor se detiene a hablar de la eucaristía como momento culminante de la santificación del mundo, cuando Dios mismo, en Jesucristo, se eucaristiza y, por tanto, se detiene conmovedoramente con palabras de san Josemaría a tratar desde la eucaristía el iluminar el mundo desde dentro.

 Efectivamente, al hablar de los sacramentos de la Iglesia como de verdaderas “huellas del misterio de la Redención”, en el mundo, nuestro autor se refiere y, además, resuelve la vieja polémica planteada por Schillebeeeckx cuando afirmaba que la teología postridentina “destruyó la armonía del misterio eucarístico, ya que subrayó unilateralmente la presencia real y se dejó llevar de tendencias objetivistas con olvido de las dimensiones interpersonales, y, basándose en ese juicio, se concluye que es necesario elaborar una síntesis teológica que prescinda de la realidad de la transustanciación, se deforma la verdad histórica y se incurre, a nivel dogmático, en un desenfoque total del problema” (267-268).

Precisamente, nuestro Illanes en este ensayo teológico nos recuerda que al hablar del realismo eucarístico y de la transustanciación, el magisterio de la Iglesia subrayaba que “si Cristo no estuviera realmente presente en la eucaristía, ésta no sería capaz de causar nuestra santificación. Lo que, positivamente, equivale a afirmar que es a partir de la eucaristía como conocemos y comprendemos en toda su profundidad el amor de Dios hacia los hombres, y advertimos a la vez el hondo fundamento del optimismo y la alegría propios del cristiano” (269).

Efectivamente, no existe mayor relación interpersonal en este mundo que la unión íntima entre el cristiano y Jesús sacramentado que en el momento del abrazo eucarístico de la comunión y los minutos posteriores, pues, como afirmaba santa Catalina de Siena, se hayan “como el pez en el agua y el agua en el pez”. Terminemos con unas palabras de san Josemaría: “considerad la experiencia, tan humana, de la despedida de dos almas que se quieren. Desearían estar juntas, pero el deber -el que sea- les obliga a alejarse. Su afán sería continuar sin separarse, y no pueden” (homilías I, n.83)” (270).

José Carlos Martín de la Hoz

José Luis Illanes, Mundo y santidad, ediciones Rialp, Madrid 1995, 272 pp.