Santificar el mundo desde dentro

 

Con este título tan gráfico, el profesor de la Pontificia Universidad Romana de la Santa Cruz, Vicente Bosch, nos ofrece un completo y desarrollado curso de espiritualidad laical. Un trabajo, fruto de muchos años de clases, cursos monográficos en diversas universidades, investigaciones, congresos y estudios especializados.

Juan Pablo I en un célebre artículo sobre el Opus Dei, publicado cuando era todavía el Arzobispo de Venecia, decía que Josemaría Escrivá no presentaba una espiritualidad de religiosos adaptada a los laicos, como había hecho san Francisco de Sales, sino que, por iluminación de Dios, había realizado una espiritualidad laical.

Así pues, las fuentes del trabajo que ahora presentamos son, en primer lugar, el rico magisterio reciente de la Iglesia: especialmente los textos del Concilio Vaticano II, sobre todo la Constitución Lumen Gentium también de san Juan Pablo II: Christifidelis laici y Novo Millenio Ineunte, que Bosch ordena y presenta estructurado como una materia esencial para la Iglesia. Y, en segundo lugar, el carisma y las obras de san Josemaría, a lo que añade  algunas aportaciones de teólogos del siglo XX, sobre todo en cuestiones de trabajo, mundo y secularidad. Evidentemente, la cuestión parte del sacerdocio común de los fieles (103, 106, 110-111, 127), con su apremiante llamada a la santidad personal. Recordemos que el Prof. Bosch en su trabajo, Llamados a ser santos. Historia contemporánea de una doctrina, nos ofrecía en el 2008 (40 años después del concilio) la prueba de cómo  todavía esa doctrina de la llamada universal a la santidad, apenas había llegado a la manuelística de la teología espiritual.

Respecto a este manual desarrollará la santidad laical, pero antes, irá situando tanto cronológicamente, como culturalmente los problemas con los que se ha encontrado la Teología espiritual desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días. Un itinerario que se podría resumir así: desde la Lumen Gentium, en donde se proclamaba solemnemente la llamada universal a la santidad, hasta la publicación de la Novo Milenio ineunte donde san Juan Pablo II recordaba que la pastoral de la Iglesia del tercer milenio sería la pastoral de la santidad. Es decir, llamados a la contemplación como a la cruz (141, 143).

Inmediatamente, hay que subrayar cómo el autor va enfocando tanto la espiritualidad laical como la propia historia de la Iglesia, como una manifestación de la Iglesia de comunión. De esa comunión procede el enfoque fundamental, la unidad de vida (180, 202-203), la misericordia, el clima de caridad, etc. Asimismo la secularización no se contempla como un enemigo, sino el ámbito de comunión (22-22) y distinción de los diversos órdenes de la vida, sin oposición y con respeto mutuo e interacción, puesto que el trabajo vértebra la vida de santidad y ejercicio de las virtudes del laico (224-231): “En la Eclesiología de comunión, la misión de la Iglesia corresponde a todos y a cada uno de sus miembros, aunque se realice en modo diverso en función de los carísimas recibidos y la propia posición en la Iglesia. Todos responsables de todo -sin parcelas ni cotos-, aunque cada cual tenga funciones concretas para el bien de todo el cuerpo” (197).

La aportación fundamental de este trabajo se resume así: “Un laico que vive el celibato apostólico en medio del mundo, ejerciendo cualquier profesión honrada -arquitecto, veterinario, broker, campesino, etc.-, y pertenece a una institución eclesial, no es un religioso camuflado ni un consagrado descafeinado. Conviene evitar reduccionismos y falsas asimilaciones. Ese laico y el consagrado tienen mucho -lo más importante- en común: son hijos de Dios, buscan la santidad, trabajan en la edificación de la Iglesia, para la salvación de las almas y la santificación del mundo. Pero también tienen unas diferencias que no se pueden eliminar: su propia identidad eclesial y su particular modo de participar en la misión de la Iglesia. Si se eliminan las diferencias -o se intentan limar grotescamente- se está olvidando que la comunión implica, en su misma estructura, tanto lo que es común como lo específico con sus diferencias esenciales. De otro modo no hay comunión en la diversidad, sino uniformidad, igualdad de identidad que elimina la belleza de la unidad sinfónica de las diversas voces que resuenan en la Iglesia” (252).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Vicente Bosch, Santificar el mundo desde dentro. Curso de espiritualidad laical, ed. BAC, Madrid 2017, 252 pp.