Se hace tarde y anochece

 

Es verdaderamente interesante el arranque del último libro del cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación del Culto divino y uno de los cardenales más cercanos al papa Francisco: “No debo seguir callando. Los cristianos están desorientados, día tras día recibo de todas partes llamadas de socorro de quienes ya no saben qué creer. Día tras día recibo en Roma a sacerdotes descorazonados y heridos. La Iglesia vive una noche oscura. Esta envuelta y cegada por el misterio de la iniquidad” (9),

Así pues, en esta obra, clara, real, dura y exigente, podemos aprender del cardenal Sarah, en primer lugar a leer y meditar la Sagrada Escritura para encontrar el camino de salvación y, de ese modo, caer en la cuenta de que el primer traidor de la historia de la salvación, el apóstol Judas Iscariote, pudo haber vendido al maestro, como nosotros, por falta de sentido sobrenatural, pérdida de la fe en Jesucristo y en su doctrina salvadora y, en consecuencia, pudo venderlo a los judíos por pura eficacia empresarial.

En el entreacto, la falta de fe y de oración le llevaría a interpretar la salvación y la doctrina salvadora del maestro como una enseñanza trasnochada y llena de falta de rigor intelectual y de eficacia transformadora. Judas llegó a despreciar la mirada misericordiosa del Señor en el lavatorio de pies, en la uso y administración de las limosnas para la sustentación del maestro y el ejercicio de la caridad, desprecio de la entrega de las almas y del sacrificio por amor al maestro. E, incluso, ejercitó una, la primera, comunión sacrílega, pues ¡no estaba en sus planes humanos y tampoco prestó mayor atención! 

El pecado de Judas, por tanto, fue el de lograr una eficacia empresarial por encima de la verdad: ya no creía en Él. De hecho, pronunció el non serviam más grande de la historia cuando entregó al Redentor por treinta, monedas de plata: así, pronunció el non serviam, más triste de la historia (11). Son tiempos, nos dirá, de oración por el Papa, por la Iglesia y por las almas: “sin oración seremos como un golpear de platillos. Descenderemos al nivel de los animadores mediáticos, que hacen mucho ruido, pero solo agitan el aire. La oración tiene que convertirse en nuestra respiración más íntima” (15).

De modo muy impresionante se dirige a los obispos del mundo entero, como pastores de las almas a ellos encomendadas: “Solo Dios puede salvarnos. Y solo lo hará si rezamos (…). Si no reclinamos como san Juan nuestra cabeza sobre el corazón de Cristo, no tendremos la fuerza para seguirle hasta la cruz. Si no dedicamos tiempo a escuchar los latidos del corazón de nuestro Dios, lo abandonaremos, lo traicionaremos como hicieron los apóstoles” (16).

Respecto a la unidad de doctrina, nos recuerda desde las primeras páginas que la fuente es la Revelación que hemos recibido y, por tanto, debe ser interpretada según la “hermenéutica de la reforma en la continuidad que Benedicto XVI ha enseñado con tanta claridad es una condición sine qua non de la unidad” (17).

José Carlos Martín de la Hoz

Cardenal Robert Sarah, Se hace tarde y anochece, conversaciones con Nicolas Diat, ediciones Palabra, Madrid 2019, 428 pp.