Secularización y revolución

 

El proceso de secularización sufrió un gran impulso en la vida cultural y en el pensamiento ilustrado, según nos vayamos acercando a la revolución francesa y americana. Veamos como lo desarrolla el profesor Carpintero de la Universidad de Cádiz en su interesante trabajo sobre la ley natural.

Mientras el materialismo de Hobbes se fue difundiendo a lo largo del XVII: “El tono apologético que tomaron los pensamientos de Pascal, nos muestra hasta qué punto, a finales del siglo, había crecido el número y la influencia de los que exigían una interpretación mecanicista de la naturaleza y del hombre” (275). Locke aprovechó el momento para exponer su pensamiento acerca de los “derechos naturales innatos” mezclado con una doctrina intrínsecamente “materialista del hombre como fue su empirismo” (275).

Tanto en Locke, como en Hobbes, los sentidos tienen “una función ante todo pasiva, porque las impresiones les llegan no por su propio poder para acoger, sino por el power of things que los impresiona mediante impulsiones. Como la realidad es una sola, o de una sola naturaleza, los poderes de las cosas no son tampoco distintos, pues esos empiristas entienden que existe una realidad idéntica a sí misma en todas sus manifestaciones” (276).

Su filosofía se basa sobre las percepciones de los sentidos, fenoménicas o empiristas: “razona constantemente sobre dos tesis: una es la negación de los principios innatos de la mente, sean teóricos o prácticos; la otra es la de la negación del conocimiento de las sustancias” (277). “Locke no era un rebelde ni un atrevido: se situó descaradamente a favor del viento dominante, y de ahí su insistencia en la libertad individual” (288).

La segunda ola secularizadora llegó con la revolución francesa y americana de la mano de los iusnaturalistas que exigieron mucho más que la igualdad de los individuos ante la ley (297). En el proceso secularizador que impulsaron los ateos desde finales del XVIII entraron en resonancia con los iusnaturalistas lo que produjo una apariencia de fuerza rompedora imparable: “Desde el empirismo, Hobbes dio lugar a una larga cadena de filósofos, como fueron Locke, Hume, Helvetius, d’Holbach, Priestley, etc. Los que editaban o leían tratados de derecho natural en el siglo XVIII no se engañaban: sabían lo que estaba en juego en última instancia, y quizá por esto los católicos, algo desconcertados en los inicios de este movimiento, reaccionaron contra él tardíamente, en el siglo XVIII” (297).

Según el profesor Carpintero: “Es fácil detectar a los autores ateos en el desarrollo de sus ideas filosóficas, jurídicas o políticas, aunque disimularan sus creencias profundas: “hay dos nociones que aparece en las doctrinas de los creyentes, y que fueron combatidas por los ateos: la del deber jurídico y la de la realidad de la justicia objetiva” (297). Así pues, hemos de reconocer que por largo tiempo y de modo inexplicable: “coexistieron conservadores y revolucionarios en un amplio marco de gamas” (298).

José Carlos Martín de la Hoz

Francisco Carpintero, La ley natural. Historia de un concepto controvertido, ediciones Encuentro, Madrid 2008, 407 pp.