Trabajadores incansables

 

En la magnífica obra que realiza Eilenberger sobre la filosofía contemporánea alemán del siglo XX realiza una fantástica descripción de los grandes filósofos del momento.

Desearía detenerme ahora a comentar una faceta muy interesante de la descripción que realiza Wolfram Eilenberger acerca de la figura de Ernst Cassier (1874-1945) catedrático de filosofía del lenguaje de la Universidad de Hamburgo y uno de los primeros judíos en alcanzar una cátedra en Alemania como experto en Kant.

Como es sabido, por su origen, sufrió una tenaz persecución del régimen nazi, que le obligó, primero a nacionalizarse sueco y, después, a emigrar a Estados Unidos, donde falleció en 1945.

Merece la pena traer a colación algunos rasgos de Cassier pues rompen completamente con el estereotipo de filósofo, que por lo demás se cumple en algunos de los otros tres autores que va a reseñar en su trabajo el escritor y editor Wolfram Eilenberger.

Precisamente, el más importante de todos es el de la normalidad personal que conduce plácidamente a una magnífica llamada a la normalidad del trabajo filosófico y que refleja un filósofo normal como el autor del libro.

Nuestro autor arranca la descripción un poco fuerte, pero se entiende bien cuando se han leído las páginas anteriores: “Cassier fue, de los cuatro filósofos, el único al que la sexualidad no alteró seriamente la existencia, y el único que jamás sufrió una crisis nerviosa. Tampoco se le conocen períodos duraderos de sequía creativa, y menos aún severas depresiones. Lo único reseñable en el matrimonio fue la ligera melancolía matutina que le diagnosticó su mujer en sus primeros años de casada. En las fases máximas de tensión, él tendía a sufrir resfriados acompañados de fiebre. Eso era todo”.

Inmediatamente, nuestro autor entra a la parte más importante de la descripción y a la que deseaba referirme y lo que deseaba expresar el trabajo constante y ordenado: “Por norma general, Cassier se sentía capaz de pensar creativamente sin hacer demasiada gala de ello. No deseaba -según recuerda su mujer- ‘que ninguno de sus allegados compartiera su trabajo. Alguien ajeno a la disciplina que hubiera frecuentado durante muchos meses, sino años, nuestro círculo, no se habría enterado de que Cassier era un filósofo que trabajaba de Sol a Sol en sus problemas filosóficos’. El único rasgo verdaderamente radical en Cassier era su voluntad de permanente equilibrio”.

Como suelen afirmar los clásicos y entre ellos Gracián, en esta vida vencen no los grandes genios sino los que vencen la pereza de modo habitual, o dicho de otra manera, hay que romper muchos codos pasar sacar fruto del estudio.

Finalmente, como última perla de nuestro autor y más en la etapa que nos ha tocado vivir, vale la pena conocer para respetar a la opinión ajena y sobre todo cuando proviene de alguien inteligente: “de los cuatro maestros pensadores de aquella década de política más que turbulenta, fue el único que en 1919 dio su apoyo explícito a la naciente República de Weimar, más aún fue el único demócrata convencido” (111)

José Carlos Martín de la Hoz

Wolfram Eilenberger, Tiempo de magos. La gran década de la filosofía (1919-1929), ediciones Taurus, Madrid 2019, 383 pp.