Trabajar con buen humor

 

El premio nobel de economía 2002, el israelí Daniel Kahneman (1934), catedrático de la Universidad de Priceton, en Estados Unidos, ha redactado un interesante trabajo de alta divulgación de sus estudios psicológicos y estadísticos aplicados al comportamiento humano en general y, en concreto, al mundo de la economía, que vale la pena leer con detenimiento y que ahora deseamos comentar brevemente.

Desde las primeras páginas de su obra, el autor se detiene a relatar cómo descubrió el método de trabajo e investigación que le ha permitido trabajar mucho y bien en su campo habitual de estudio y producción literaria.

En efecto, el premio Nobel de Economía no tiene ningún problema en reconocer lo que le debe en sus investigaciones y en los frutos del trabajo en economía la inestimable contribución de un colega desde sus tiempos de estudiante en la Universidad de Tel Aviv, ya tristemente desaparecido, el profesor Amos Tversky.

Enseguida nos dirá dos secretos de la fecunda colaboración de estos dos investigadores. En primer lugar, como la más importante, se detiene a subrayar la característica clave del buen humor: “Amos era muy divertido y en su presencia yo también me volvía divertido, y así pasábamos horas de trabajo sin dejar de divertirnos. El placer que encontrábamos en trabajar juntos nos hizo excepcionalmente pacientes; es mucho más fácil esforzarse por lograr la perfección cuando nunca se está aburrido” (16).

En segundo lugar, añadirá la capacidad de compenetración de las dos maneras de razonar ante los problemas que se planteaban: “comprobábamos nuestras armas críticas antes de usarlas. Amós y yo éramos críticos y argumentativos, él más que yo, pero durante los años de nuestra colaboración ninguno de los dos rechazó jamás de plano nada que el otro dijera. Y una de las grandes alegrías que encontré en aquella colaboración era que Amós frecuentemente veía la clave de mis vagas ideas mucho más claramente que yo. Amós pensaba con más lógica, con una orientación más teórica y un sentido infalible de la orientación. Yo era más intuitivo y estaba más centrado en la psicología de la percepción, de la que tomamos muchas ideas” (17).

Así pues, podemos entender el título del libro, en apariencia desconcertante: “Pensar rápido, pensar despacio”. Parece contradictorio y no lo es, pues según se va desgranado a lo largo del libro, todos los hombres estamos dotados de esas dos maneras de pensar. La clave estará en saber desarrollarlas a la par y equilibradamente. Efectivamente, los catorce años siguientes de colaboración entre estos dos investigadores pueden ser leídos en un resumen en este interesante estudio.

José Carlos Martín de la Hoz

Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio, ediciones De Bolsillo, Barcelona 2018, 666 pp.