Trabajar con éxito

 

Hay algunos textos de cuestiones de actualidad, de los muchos que se publican anualmente, que merecen ser leídos con total y completa atención, casi sin perder detalle, otros en cambio, solo vale la pena leerlos en diagonal y, finalmente, otros más, la mayoría, espigando de aquí para allá, pues las ideas de hecho llaman la atención y se relacionan con otras ideas y, a veces, el resultado tarda en presentarse delante de nuestros ojos con claridad.

Esto es, lógicamente, más común con libros de psicología aplicada, de sociología y de antropología, donde es más fácil, teniendo en cuenta lo variado del ser humano, no sentirse identificado que, llamado o golpeado, pues a veces puedes recorrer hasta 331 páginas y, finalmente, aterrizas y caes en asuntos que te captan.

La explicación anterior vino a sucederme en uno de los libros sapienciales que he tenido el gusto de leer, o de espigar, y se trataba del trabajo del premio nobel de economía 2002, el israelí Daniel Kahneman (1934), catedrático de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, quien ha redactado un interesante trabajo de alta divulgación fruto de sus estudios psicológicos y estadísticos aplicados al comportamiento humano  en general y, en concreto, al mundo de la economía, que conviene comentar.

Más o menos a mitad del libro, el autor se detiene a hablar de la “teoría de la decisión” en la que la, según comenta, la cuestión del optimismo puede ser una fuente muy importante de riesgos y a veces riesgos importantes pues al ser inconscientes, podrían ser letales y verdaderamente demoledores para la fortuna de los inversores.

En efecto, muchas personas, se refiere a inversores profesionales, señala el autor, aceptan y asumen riesgos “porque las posibilidades son favorables, aceptan alguna probabilidad de un costoso fracaso porque la probabilidad del éxito es suficiente”.

Así pues, añade, el problema del exceso de optimismo puede ser temperamental, fruto de la precipitación, de una evaluación poco profunda de los riesgos, escasa de información, o simplemente derivada de una excesiva planificación: “Sobrestiman los beneficios y subestiman los costes”.

La conclusión es clara y será muy repetida por el autor: “Visto desde esta perspectiva, las personas a menudo (no siempre) deciden llevar a cabo proyectos arriesgados porque son demasiado optimistas respecto a las contingencias que habrán de afrontar. Volveré sobre esta idea varias veces en este libro, que probablemente contribuya a explicar por qué los humanos pleitean, por qué empiezan guerras y por qué abren pequeños negocios” (331).

José Carlos Martín de la Hoz

Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio, ediciones De Bolsillo, Barcelona 2018, 666 pp.