Indudablemente, está de moda hablar de transhumanismo y, por tanto, hay que celebrar la aparición de libros como el que vamos a reseñar, pues ayudan a descubrir que esa teoría, como toda ideología, consistirá sencillamente en un sistema cerrado de pensamiento para explicar la realidad. De ese modo, con un poco de filosofía griega y un poco de sentido común se puede demostrar las incoherencias del trashumanismo (19).

En este caso, parece como si a base de hablar de esta cuestión pudiéramos descubrir alguna nueva conclusión, fuera de las más vulgares conjeturas (seremos más inteligentes, más sanos, más jóvenes) que con un poco de imaginación y una mezcla adecuada de ciencia ficción y pobretería filosófica algunos desaprensivos se están haciendo de oro con sus mentiras.

La ideología de género y el transhumanismo tiene la misma raíz ácrata, libertaria, puesto que son humanismos antihumanos que pretenden adelantarse al futuro prometedor, en el que todos los problemas, dificultades y sacrificios habrán desaparecido, eso sí para los elitistas y para los listos, pues al más puro estilo darwinista de la selección natural, la mayoría será esclava de la minoría. Se trata de engañar a los impresionables e incultos con poder hacer lo que nos venga en gana y, por tanto, de inventar un mundo futuro que nos haga olvidarnos de las durezas de este: “es una ideología que procede de la tecnología propiamente dicha. Este creciente aumento de la importancia de la técnica provoca un menosprecio de las humanidades” (127).

El profesor Manuel Sanlés Olivares, pedagogo y hombre culto, resulta muy adecuado para orientar y dirigir esta cuestión aparentemente compleja, pues con la cultura y el sentido común que posee, logra desbaratar la mayoría de las cuestiones. Es muy importante volver a recordar que entender y valorar los descubrimientos milenarios sobre el alma humana y la sed de trascendencia, son capitales para el uso de la libertad y para la convivencia humana (135).

Hace mucho tiempo que el cientifismo cayó en desgracia tras provocar dos guerras mundiales y una bomba atómica de capacidad destructiva del planeta, por lo que la ética colocó a la ciencia en un lugar de humildad, de servicio al hombre y de paciencia. Es importante desautorizar aceptar las proposiciones insensatas, mitológicas y utópicas, aplicando suficientemente el sentido común para superar las conclusiones baratas que desconciertan el gran público: “hoy por hoy no hay capacidad de crear vida” (142).

Finalmente, también hay que parar al propio crítico de las exageraciones transhumanistas, pues a base de soñar y de romper esquemas prefijados, termina por olvidar que existe la naturaleza humana, la ley y el derecho natural más elemental y, por tanto, que la ética de la investigación y la antropología marcan unos límites: la dignidad de la persona humana.  Por ejemplo, el autor se ha dejado llevar por el falso derecho a tener un hijo para aprobar las barbaridades de los bancos de óvulos fecundados esperando a morir (148).

José Carlos Martín de la Hoz

Manuel Sanlés Olivares, El Transhumanismo en 100 preguntas, ediciones nowtilus, Madrid 2019, 348 pp.