Un día en la vida de Solzhenitsyin

Alexander Solzhenitsyin

(1918-2008) fue detenido en 1945 por lo que los comunistas llamaban "delitos de

opinión", que no era más que la expresión de su discrepancia con la política

estalinista durante la guerra. Por esta causa perdió once años de su vida en un

campo de trabajo. Pero también gracias a esta experiencia y a su valentía

intelectual conocemos el horror de los campos de concentración soviéticos. Fruto

de su oposición al régimen dictatorial nació lo principal de su labor de

escritor: Un

día en la vida de Iván Denísovich
, Archipiélago Gulag, El primer círculo
,

etc.

La lectura de Iván Denísovich pone

de manifiesto la penuria de las vidas de los presos, pero más aun, me atrevería

a decir, la penuria de un régimen político que necesita de esos medios para

sobrevivir. La paradoja del tiempo y de la historia es que, a pesar de las

decenas de millones de muertos que produjo el régimen soviético, duró unas

pocas décadas más de los hechos acaecidos en el relato.

Las situaciones extremas ponen a

los hombres ante sí mismos, normalmente también ante sus miserias. Aún privados

de todo, incluso de la dignidad personal mediante sus apelativos numéricos, los

presos se aferran a lo poco que tienen y como se dice en algunas ocasiones, si

no fuera por el hecho de que combaten entre ellos y están desunidos, los presos

tendrían más fuerza que los carceleros. Tal vez la urgencia de la supervivencia

personal se impone a la necesaria unión para la resistencia. Esto lo sabían los

dictadores, todos los dictadores, y de ellos se aprovecharon para su propia

ambición.

Un día en la vida de Iván

Denísovich
fue utilizado por Krushev para justificar sus purgas contra los

estalinistas y Solzhenitsyn vivió unos años de alivio hasta que, tras la muerte

del dictador y la continua represión del régimen, decidió embarcarse en la

redacción de los tres volúmenes que componen Archipiélago Gulag.

Al igual que le sucedió a

Pasternak en su día con la publicación de Doctor Zhivago, el manuscrito

fue sacado de la Unión Soviética de forma un tanto rocambolesca por medio de un

corresponsal sueco. La redacción duró años y Solzhenitsyn tuvo que contar con

la colaboración de su grupo de amigos íntimos para que le ocultasen partes del

manuscrito, dispersas por varias localidades del país a las que el escritor se

trasladaba para continuar la obra donde la había dejado. Ninguno de sus

colaboradores tuvo nunca la obra completa, pero todos sabían que ocultar tan

solo parte de ella podía suponer la cárcel o la muerte.

Para Solzhenitsyn, la publicación

en Occidente de Archipiélago Gulag supuso la inmediata persecución y el

destierro, que él convirtió en exilio. Apoyado por muchos en Occidente, pudo

volver a Rusia cuando el comunismo no era más que un mal recuerdo, donde murió

entre la admiración y el respeto de los suyos.

El gran mensaje de estos

testimonios literarios es que el ser humano, tal vez no todos los individuos, sobrevive

a grandes desafíos y penurias y su verdad pervive a los regímenes antihumanos,

al terror político y a las locuras mesiánicas de los monstruos de la razón.

 

Carlos Segade