Un revolucionario llamado Lutero

 

En este próximo año 2017 vamos a celebrar los 500 años del levantamiento de Lutero contra la corrupción de costumbres que denigraba la Iglesia Católica en tiempos del renacimiento. Como es bien conocido, la corte romana de los papas se caracterizaba por ser modelo de refinamiento y de arte, de modo que era la más aparente y ostentosa de toda Europa, pero era un pálido reflejo del verdadero rostro de Cristo: "cómo la Iglesia ha podido sobrevivir a las persecuciones y a la vida escandalosa de sus numerosos prelados es un verdadero milagro" (36).

Lutero comenzó por defender la reforma de la Iglesia para terminar por reformar la fe y romper la unidad de la Iglesia en mil pedazos; una atomización según el real creer y entender de cada uno de los reformistas que brotaron: "una devastación" (25).

Con motivo del V centenario de las Tesis de Wittenberg, hace falta saber, en primer lugar, qué celebramos, pues en esas tesis hay muchas verdaderas, pero también muchas falsedades. De ahí, que, en segundo lugar, debemos estudiar cuál es la lección que debemos aprender de lo que pasó en aquel siglo.

Finalmente, como ha recordado recientemente el papa Francisco en Upsala (Suecia), debemos recuperar un clima de caridad y de confianza con el mundo protestante, vivir juntos la caridad, rezar juntos y trabajar juntos para construir la paz. Es decir, debemos volver a coger impulso y rezar por el ecumenismo, por la recuperación de la unidad de la fe.

Pero también debemos caer en la cuenta de que hay dificultades en la unidad de la fe, pues se han producido serias fracturas en la recepción del completo tesoro de la revelación. No olvidemos que desde el humanismo Florentino no se trata de, como con Ockham de separar fe y razón dando ventaja a la fe.

Se trataba de filosofar prescindiendo de la fe. Prescindiendo de la revelación" (32). Lutero con su lenguaje y encendimiento y su modo de arrastrar las masas "es el más grande de los revolucionarios de la edad moderna" (42).

Para Lutero no existe la mediación de la Iglesia, del magisterio, ni de los santos, ni de la virgen. La sola fe y la sola Escritura, dejan al creyente sin otro medio que el Espíritu Santo para interpretar la Escritura. Es decir a la inmediatez le sucede la subjetividad y una completa y abandonada confianza en la providencia.

La falta de sacerdocio ministerial es clave, pues para Lutero el sacerdocio es dado en cada momento a los ministros por la comunidad (55), en vez de aceptar la verdad de la Escritura que corroborada por la tradición y el magisterio muestra que viene de lo alto, de Dios y está corroborada por la imposición de las manos de un obispo (57).

Lutero se convirtió así y con sus ataques al papado en un revolucionario y, como decía León XIII: “su testamento fue recogido y divulgado en los siglos sucesivos por el pensamiento gnóstico, jacobino, y liberal-masónico, dominado por el odio y la guerra contra la Iglesia católica, en nombre de la santidad de este odio no solo la ciencia histórica ha sido trasformada en una conjetura contra la verdad sino que la sangre ha corrido como un rio por el mundo” (130).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Ángela Pellicciari, Martín Lutero. Il lato oscuro di un rivoluzionario, ed.Cantagalli, Siena 2016, 206 pp.