Vivir. Pensar. Soñar

 

El profesor de filosofía del lenguaje, Jaime Nubiola, de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Navarra, tiene la ventaja frente a otros profesores e investigadores del mismo claustro académico, el haber desempeñado durante muchos años el cargo de Secretario General de esa Universidad. Esa ocupación, aparentemente tan distinta de la de la filosofía, le ha hecho convertirse en un filósofo práctico, eminentemente pegado a los problemas reales de la vida de un campus, de la vida de los estudiantes, profesores y personal de servicio de la Universidad. Además, no habla de oídas; lo tiene todo bien experimentado.

Por otra parte su espíritu de admiración, enriquecido por la observación propia del filósofo, alimentado con la lectura de abundantes ensayos que cita con soltura y, sobre todo, gran escuchador de alumnos y compañero de otros profesores y colegas, no sólo de su Universidad sino de otras; pues es profesor visitante en universidades de África, América, Estados Unidos y Europa, hace que sus comentarios y observaciones sean ricos y profundos.

Finalmente, hemos de resaltar el alma mediterránea y, por tanto, optimista y vital del profesor Nubiola. Comparte y trasmite vida y alegría en sus comentarios, ideas y observaciones.  Además, no es blando, pues fustigará con dureza , si es necesario, tanto el postureo (70), como la mediocridad (72) y el miedo de algunas personas a enfrentarse al perdón y el olvido (87).

Es muy interesante la apuesta de nuestro autor por la belleza a lo largo de las páginas de este ensayo. A veces con epígrafe explícitos y otros implícitos, pro siempre como una verdadera línea trasversal. Así, nos narrará que en un viaje a Roma leyendo en el vuelo sobre Mies van der Rohe, anotaba: "Regresé a mi alojamiento como borracho de tantas impresiones, dando vueltas en mi cabeza al libro de Loreto Spá y a las anotaciones de Mies. Mi experiencia de la jornada me persuadía que la belleza gurda una íntima relación entre la adecuación de los materiales empleados y la fuerza expresiva del artista: no es una contradicción, eso es el arte y por so de él puede brotar tanta belleza" (170). Y añade: "Cuando el escritor es bueno su texto es siempre un triunfo del espíritu sobre la materia, sobre las palabras. Si el autor consigue expresar lo que quiere, el lector palpa su espíritu y goza con l belleza por él creada" (190).

Comentando a san Agustín comenta nuestro autor que hemos de buscar cada vez de modo más consciente la belleza (192). Es más, insistirá poco después: "A quienes piensan que la belleza es un sustituto de la religión, Scruton les dice que más bien religión y belleza son dos puertas que nos abren a un mismo espacio y es en ese espacio en el que encontramos nuestro hogar. Realmente la belleza nos hace sentir en nuestra verdadera casa"(193). Y añade: "Cuanto intentamos hacer cosas bellas estamos  cambiando el mundo, ensanchando los corazones y la imaginación de las personas. Por esto, la respuesta más sencilla es quizá que buscamos la belleza porque nos hace mejores, porque nos cura" (193).

José Carlos Martín de la Hoz

Jaime Nubiola, Vivir. Pensar. Soñar, ed. Rialp, Madrid 2017, 244 pp.