Andréi Rubliov (Tarkovski)

El rostro y la vida de este monje pintor de iconos muestran su permanente nostalgia de infinito, la búsqueda de esa revelación profunda que conmueve y purifica hasta el punto de recuperar la existencia espiritual en medio de una historia que, ya en el siglo XV como ahora, mutila el alma y le hace perder la sensibilidad para lo bello y lo eterno.

De hecho, el guión literario de esta cumbre del séptimo arte que es «Andréi Rubliov» se revela como un manifiesto a favor de la esperanza que el arte, el conocimiento de la verdad y el sentimiento religioso llevan consigo.

 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2006 Sígueme
288
978-8430115969
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Comentarios

Imagen de Artemi

El guión literario de la que es para algunos la mejor película de Tarkovski posee una calidad literaria que justifica sin ninguna duda su edición. La literatura de Tarkovski es tremendamente visual; piensa en imágenes y nos transmite imágenes. Un amigo que se leyó el libro sin haber visto la película me comentó que la escena de "La campana" debía ser espectacular. Y así es. La historia, como "la puesta en escena", es maravillosa. Hay que entender que el pintor de iconos Andréi Rubliov supuso para el arte oriental lo que en Occidente pudo ser Giotto: la aparición en la pintura de un Dios cercano, que comprende, que ama, que sufre con nosotros. Ésta es la gran revolución del gran Rubliov.
Y la gran aportación que hace Tarkovski para intentar explicar esta evolución y revolución que supuso la pintura del icono de la Trinidad consiste en hacernos ver cómo está motivada por el contacto de Rubliov con el pueblo, los años de silencio contemplando el dolor y los sufrimientos de los campesinos rusos; éstas son los causas que le inspiraron ese cambio determinante para el arte de su tiempo, según la bella interpretación de Tarkovski.
Bellísima lectura de uno de los mejores cineastas de todos los tiempos, de un gran pensador y escritor, de un amante de la poesía, de la pintura y de la música.
Cierra el libro un interesante epílogo ("La fe en la belleza") de Ricardo San Vicente. La pesentación, de Pedro Rodríguez Panizo, no lo es menos.