De los tiempos de Cánovas

Algunos trabajos del historiador Seco Serrano sobre la Restauración borbónica en España. Este periodo -entre 1874 y 1931- comprende los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII, así como la Regencia de Maria Cristina de Habsburgo durante la minoría de edad de Alfonso XIII.

El autor se centra en la personalidad y la obra de don Antonio Cánovas del Castillo, que procuró la reconciliación de los españoles y los partidos políticos, enfrentados entre si a raiz de las guerras carlistas y la revolución liberal de 1868.

En el ámbito militar el autor se centra en el general Weyler, modelo de militar civilista. Este, a pesar de su prestigio, nunca participó en un pronunciamiento contra el poder civil. En el aspecto académico y doctrinal Seco Serrano se fija en don Marcelino Menéndez Pelayo; y como ejemplo de tolerancia se detiene en la amistad entre Cánovas del Castillo y el republicano Castelar.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2004 Real Academia de la Historia
300
84-95983-42-7

Colección Clave historial.

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En 1874 la I República española había llegado a su fin con la rebelión cantonalista ante la impotencia del Gobierno de la nación. La reina en el exilio -Isabel II- encomendó al político conservador Cánovas del Castillo que preparase la vuelta a España de su hijo, el príncipe Alfonso. La Restauración borbónica se produjo en diciembre de 1874, con la proclamación como rey de Alfonso XII. Cánovas ocuparía la Presidencia del Gobierno hasta seis veces hasta su muerte en 1897.

De acuerdo con Seco Serrano la obra de Cánovas iba dirigida a la pacificación de los espíritus y a la creación de una plataforma de convivencia de los partidos políticos. Afirma el autor que la Restauración proporcionó a España medio siglo de paz; aun así la paz fue relativa. En ese periodo hubo guerra en Marruecos, Cuba, Filipinas y con los Estados Unidos, perdiendo España los restos de su imperio colonial. Se produjeron desórdenes en Cataluña y atentados anarquistas que acabaron con la vida de tres Presidentes de Gobierno, incluido el propio Cánovas en 1897. No obstante el régimen político resistió.

Cánovas pretendía que el Rey lo fuera de todos los españoles, y fallecido Alfonso XII en 1885, el sistema sobrevivio durante la Regencia de la viuda del Rey, doña Maria Cristina de Habsburgo y Lorena (1885-1903) por medio de un turno entre los partidos Conservador y Liberal.

Seco Serrano dedica un gran número de páginas al general Weyler y la guerra de Cuba. Le califica como un general civilista, consciente de la superioridad del poder civil frente al estamento militar. Fue el preferido de Cánovas pese a que militaba en el Partido liberal. Afirma el autor que, cuando el Gobierno encomendó a Weyler la pacificación de la isla, los liberales, con la finalidad de desgastar al Presidente de Gobierno, criticaron el nombramiento calificando al General de monstruo, carnicero y destructor de la riqueza de la isla. El lector encuentra aquí un caso más del cainismo al que ha sido y es proclive la política española.

Los estadounidenses utilizaron las críticas que se vertían sobre Weyler desde España para cuestionar, una vez más, su presencia en la Gran Antilla. Cánovas fue asesinado y Weyler relevado de su puesto. Aun así los EE.UU. declararon la guerra a España. Opina el autor que si Cánovas hubiera vivido nunca se hubiera llegado a la guerra. Su sucesor, Sagasta, era debil y permitió que la opinión pública creyera que España derrotaría fácilmente a los norteamericanos, algo que los militares sabían que no era posible. Con la Paz de París de 1898 España perdió sus últimas colonias en América y Asia.

El libro se lee con facilidad; aunque al tratarse de distintos ensayos hay repeticiones. También hay estudios menos interesantes, tal como "El proceso de la duquesa de Castro-Enriquez". Lo más interesante del libro es la consideración sobre la necesaria unidad y tolerancia en la política española; lo que Cánovas denominó "pacificación de los espíritus". Una reflexión que fácilmente conducirá al lector a la política actual en nuestro país. Como siempre, la importancia de la historia es la posibilidad de aplicarla a los tiempos presentes.