El mago de Viena

El mexicano Sergio Pitol, Premio Cervantes 2005, ha escrito un libro en el que diluye en una ágil libertad expositiva las fronteras entre ensayo, crítica literaria, novela, autobiografía, relato de viajes. De todo eso hay en "El mago de Viena", caracterizado formalmente por un agradable desorden en el que prima el puro gusto de contar. Y Pitol nos cuenta lo que piensa sobre grandes obras, sobre ciertos géneros, sobre escritores, y sobre algunos de sus libros, o nos relata con anecdótico colorido sus viajes por todos los continentes, que aparecen como materia literaria y vital.

Ediciones

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2005 Pre-Textos
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Segio Pitol reflexiona sobre la génesis de su obra literaria. Se trata de una reflexión sobre cómo fue formándose y qué inspiró cada uno de sus escritos.

Se trata de un ensayo por cuyas páginas desfilan todos los escritores que, en algún modo, se pueden considerar como fuentes de las que Pitol ha bebido en algún momento de su vida.

Comienza justificándose como imitador de todo aquello leído, que es mucho. Y para ello cita a Stevenson, en “Carta a un joven que quiere ser artista” y a Lope de Vega en los versos de la Dorotea: - ¿Cómo compones? –Leyendo, / y lo que leo imitando, / y lo que imito escribiendo, / y lo que escribo borrando, / de lo borrado escogiendo.

A continuación, Sergio Pitol confiese su manía de hacer listas de libros leídos o por leer, de autores…

“Las lecturas iniciales son decisivas para el destino de un futuro escritor. Y él, años más tarde, descubrirá la importancia que tuvieron esas horas en que debió prescindir de mil reuniones para quedarse a solas con Ana Karenina, La cartuja de Parma, El conde de Montecristo, Madame Bovary, Grandes esperanzas, hasta llegar a Ulises, ¡Absalón, Absalón!, Al faro, Pedro Páramo, donde más o menos uno se da de alta.

 Gracias a esas lecturas y a las muchas que aún le faltan, el futuro escritor podrá concebir una trama tan imposible como la de El mago de Viena, exasperar hasta lo imposible su chabacanería, su vulgar extravagancia, transformar su lenguaje en un palimpsesto de ignorancia y sabiduría, de majadería y exquisitez, hasta lograr un libro absurdamente refinado, un relato de culto, un bocado para los happy few, parecido a los de César Aira, Enrique Vila-Matas, Francisco Hinojosa, Mario Bellatín, o Jorge Volpi.” Pág. 22

No termina ahí la lista. En realidad, continúa a lo largo de las 270 páginas en un constante pasar revista a obras y autores que es imposible obviar y que ahora es imposible citar uno a uno. Baste decir que se explaya en el argumento de Hamlet para compararlo con la complicada situación política en México, donde no es raro asistir al asesinato y a la venganza.

Lo importante es dejar claro la razón del título que Pitol elige para este ensayo. Y para ello recurre a crear a una ficticia crítica de literatura, Maruja La noche-Harris, quien justifica una obra como la que Pitol escribe, en virtud del beneficio social contra la dictadura, a la irremediablemente nos conduce la dejación del uso de la inteligencia y la amnesia en la que nuestra acedia desembocaría.

Como ejercicio intelectual, Pitol nos conduce por la génesis de su obra, de sus primeros relatos: Victorio Ferri cuenta un cuento; Amelia Otero; Los Ferri.

Tanto en estos tres primeros relatos de 1957, como en toda su obra posterior, los clásicos, escritores y obras, y sus continuos desplazamientos por México y Europa principalmente, funcionan como detonantes en perfecta imbricación.

“Aquello que da unidad a mi existencia es la literatura; todo lo vivido, pensado, añorado, imaginado está contenido en ella. Más que un espejo es una radiografía: es el sueño de lo real.” Pág. 44

El periplo diplomático que le lleva a Europa es una disculpa para ese otro periplo literario que pasa de ser lo complementario a convertirse en lo sustancial.

La vida que comparte con los literatos Varsovia, en Moscú, en Roma traspasa lo real para convertirse en Historia de la Literatura, cuando no en Historia misma. Así entendemos la introducción del relato que Mario Pratz, autor de La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica y crítico especialista de la literatura inglesa. Nos cuenta la historia de un escritor inglés, John Lehmann, testigo del repentino cambio experimentado en la conducta exquisita de los vieneses, el 15 de marzo de 1938, día en el que la Alemania nacionalsocialista se anexiona Austria. Sus aristócratas vecinos se ceban con una pareja de ancianos, vecino, por el hecho de ser judíos.

Sergio Pitol comparte con nosotros la cultura globalizada o la globalización cultural. Sus trabajos le acercan, nos acercan a través de ellos, a otras culturas, como la China. Nos explica que la novela clásica china no está muy lejana del teatro del absurdo como La cantante calva, Las criadas o Esperando a Godot.

El teatro chino fue para él una experiencia cautivadora, tanto en Pekín como posteriormente en París o Londres. Pero a China también le llegó su hora negra: “Un libro en lengua extranjera encontrado en una habitación podía ser el detonante para aprisionar al propietario y a sus familiares… Cientos de millares de chinos fueron desterrados de la capital, encarcelados y luego exiliados…” Pág. 71 A través del escritor disidente y premio Nobel viajó por la geografía y por la literatura, como en El jardín de los senderos que se bifurcan.

En páginas para la literatura, Pitol convierte su viaje a Pompeya, Herculano, Capodimonte, Nápoles, Pestum, Calabria, Sicilia, escenarios de El sendero de los nidos de araña, de Calvino; El gatopardo de Lampedusa; Los Cantos de Leopardi…

“En cada país por donde pasé hice buenos amigos, algunos de ellos escritores. Siempre me ha sido necesario conversar sobre literatura; las discusiones versaban sobre nuestras lecturas y, cuando nos conocíamos mejor, sobre los procedimientos que cada uno empleaba, los tradicionales y los que creímos ir descubriendo”. Págs. 91-92

“En Barcelona terminé de escribir mi primera novela : El tañido de una flauta.” Pág. 92

Sus tres novelas El desfile de amor (1984 y premio Herralde), Domar a la garza (1988) y La vida conyugal (1991) tienen una red de interconexiones que potencian su carácter carnavalesco y grotesco.

Pitol nos acerca a los principales escritores de Hispanoamérica: Gabriel García Márquez, Carlos Monsiváis…

De este último dice: “Monsiváis no leyó únicamente la traducción reformada de la Biblia, sino también los cómics de la época, la biografía de Stefan Zweig, las traducciones de Sinclair, John Dos Passos, Steinbeck, las novelas policiales del género negro, en especial las de Dashiel Hammet y Raymond Chandler, así como la poesía castellana, desde la medieval hasta la contemporánea.” Pág. 118

Al hablar de Carlos Monsiváis, Pitol nos está sugiriendo la universalidad del literato del siglo XXI y a partir de este momento, El Mago de Viena, será un reasunto de las principales plumas de la literatura del siglo XX y sus innovaciones en narrativa, sin límite geográfico: Henry James (un personaje percibe la realidad e intenta relatar lo que experimenta), Joseph Conrad (con su alter ego Marlow muestra la pugna entre la vida verdadera y los simulacros de la vida en El Corazón de las Tinieblas, por ejemplo), José Eustasio Rivera (la lucha desigual entre el hombre y la naturaleza en La vorágine), Flan O’Brien (en Dos pájaros a nado y El tercer policía, cuando la ficción vive en la ficción), Evelyn Waugh (el mundo de la moral profunda y coherente, resumen de Decadencia y Caída, Cuerpos viles y Merienda de negros), Vila-Matas (premio Rómulo Gallegos 2001).

“En Barcelona viví entre 1969 y 1972…, la vida cultural era un reflejo de esas circunstancias. Se crearon librerías y editoriales con orientaciones renovadoras: Anagrama, Tusquets, entre otras… Se vivía en un mundo de ideas y de emociones abierto a todas las novedades…” Pág. 232

Imagen de Ran

Libro sorprendente, donde si se quiere encontrar un hilo conductor a su contenido, y no considerarlo un agregado de narraciones, habría que buscarlo en la vida y la psicología del autor; él mismo lo dice al referirse a su obra, que respira un "fuerte sedimento autobiográfico".

En este libro incluye una variedad de relatos, que van desde el esbozo de lo que podría ser un libro posterior "El mago de Viena" (que da título al libro que nos entretiene); fragmentos de su vida, el comentario de autores más recientes que califica de "raros" (diferenciándolos de los vanguardistas) y retazos de sus vidas; hasta fragmentos de un diario reciente, con que cierra el libro.

Él mismo define esta obra como "una galería de cuadros de una exposición en que se ha convertido mi relato". Al hilo de su vida, su memoria, manifiesta del recorrido que ha realizado por la literatura, lecturas, escritores, historias, etc.; rememorando memorias de viajes, entrevistas, tertulias con personajes del entorno literario.

Se reconoce como "movido como una marioneta, eso somos. El libre albedrío se limita a elegir un plato en la carta de un restaurante". Y más adelante afirma "gozaba de libertad absoluta, delirante... yo era el único que editaba mis reglas, y me imponía los retos".

Con una naturalidad asombrosa, recoge, relatos y valora obras literarias por las que ha transitado primando la "excentricidad", lo extravagante y mostrenco e inmoral, considerándolos valores literarios.

Esta misma naturalidad la muestra al comentar la vida desordenada de los escritores que denomina "raros", pero que son para él los más apreciados porque rompen todo tipo de moldes, incluidos los morales.

Al final de su libro recoge una crítica de un "amigo", Carlos Monsiváis, que lo dice todo: "Sergio Pitol ha escrito libros iluminadores, eso se sabe; son un testimonio del caos, de sus rituales, su limo, sus grandezas, abyecciones, horrores, excesos y formas de liberación. Son también la crónica de un mundo rocambolesco, y lúdico, delirante y macabro. Son nuestro Esperpento. Cultura y sociedad son sus dos grandes dominios. La inteligencia, el humor y la cólera han sido sus grandes consejeros".