Idea del hombre

Antropología filosófico-científica, la cual sostiene la inexistencia de un principio espiritual en el hombre para sustituirlo por el dinamismo del Universo y el principio evolutivo.

El autor pretende "mostrar de manera razonable que es posible prescindir del espíritu humano en el empeño de entender científica y filosóficamente la realidad del hombre. No otra es la idea central de este libro" (pág.130).

Laín se confiesa católico y opina que el cristiano podría aceptar lo esencial de su ideación sobre el hombre" (pág.188). ¿Quizás la bipedestación?

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1996 Galaxia Gutenberg
202
978-84-8109-117-0
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El autor trata de responder a la pregunta sobre qué es el hombre. Comienza por las dos repuestas que ha dado tradicionalmente la filosofía: el monismo y el dualismo. Para el monismo el hombre es exclusivamente materia. Propugnan el dualismo Aristóteles, Santo Tomás y Descartes; los dos primeros desarrollan la teoría hilemórfica: los seres se componen de materia y forma sustancial, la forma sustancial define al ser y en el hombre es su intelecto; psique lo denomina Aristóteles, alma Santo Tomás; para ellos el alma es una sustancia espiritual con entidad propia, subsistente e inmortal. Descartes distingue entre res extensa (la materia) y res cogitans (el intelecto), y cuando le preguntan cómo se articulan ambas se remite a la experiencia según la cual el intelecto manda sobre el cuerpo.

Laín rechaza ambas teorías y se sitúa en un aparente término medio: el monismo dinamicista; antes de la materia existe el dinamismo general del cosmos a través del cual el hombre ha llegado a desarrollar el intelecto por medio de la evolución. El autor no admite que un principio espiritual e incorpóreo, el alma, pueda ser causa de operaciones materiales tales como convertir a un zigoto en un hombre o mujer: "No consigo entender que el alma actúe movilizando las estructuras biomoleculares del zigoto" (pág.79). Son operaciones propias del psiquismo humano la intención en el obrar, la decisión, los logros y fracasos, la responsabilidad y la conciencia moral, libertad, imaginación, creencia y esperanza, idea de sí mismo, vocación, inteligencia de lo real, el disfrute artístico, la verdad, la belleza, el bien y la técnica (págs.161,162,166,167).

En la polémica entre creacionismo y evolucionismo el autor se posiciona a favor de este último. Sin profundizar excesivamente, Laín invoca determinados experimentos de laboratorio según los cuales un chimpancé se identificaba a sí mismo al verse en un espejo o era capaz de desarrollar una actividad técnica al empalmar dos cañas para alcanzar algo situado en alto. Recuerda cómo también se ha demostrado que las emociones actúan a través de la secreción hormonal (pág.171)  e, igualmente, se ha dicho que el amor es un estado bioquímico del cerebro: "No conocemos -escribe- cómo opera el sistema neurología/conciencia, [pero] un conocimiento adecuado de cómo lo hace eliminaría tal misterio" (pág.151).

Concluye el autor afirmando que "el hombre es dinamismo cósmico evolutivamente estructurado (...) en el que la vida animal se ha hecho vida personal" (pág.138), e invocando al filósofo Zubiri añade: "Pienso que el dinamismo de la cosmología zubiriana permite excluir la afirmación temática de un alma espiritual" (pág.139). Comprobamos como el autor salta de la filosofía a la ciencia y viceversa, para concluir que "la particular realidad del hombre es constitutivamente enigmática" (pág.202). Considero que la lectura de este libro no aporta nada al lector y, al mismo tiempo, explica cómo teólogos cristianos contemporáneos han llegado a desviarse de la verdad católica al utilizar para sus especulaciones una filosofía de tipo idealista.