La estación que gusta al cuco

Reúne este poemario 156 composiciones de rima y medida libre que intentan alcanzar la inteligencia del lector tocando con un lirismo sencillo su corazón. José Jiménez Lozano saetea la realidad inmediata con una lucidez asistida por su visión irónica de la vida. De lo más nimio, desde la naturaleza que le es próxima, encuentra el modo de alcanzar el pensamiento y la obra de artistas, pintores, literatos y filósofos, hitos de nuestro entorno cultural.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2010 Pretextos
176
84-92913-77-0
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Imagen de Azafrán

José Jiménez Lozano dice que “el poeta debe llegar al corazón o a la inteligencia del lector”.
No cabe duda que José Jiménez Lozano llega al corazón del lector pero a través del ejercicio de la inteligencia. La estación que gusta al cuco es un canto al corazón del poeta, a lo que cabe en ese corazón:
“Verde saltamontes,/ de hechura aerodinámica,/ te apuesto a que no saltas/ por encima del monte/ de mis penas más bajas.”(pág. 46)
Canta a la naturaleza y ese canto reconcilia su alma con un mundo lleno de prepotencia, en el que se intenta acosar, dominar, pisar, destruir:
“Manso e inocente es el erizo/ y gracias a la coraza de sus púas,/ puede salir al mundo/ y preservarse.” (pág.80)
“Cuando se fue la niebla,/ seguía allí el rincón de los almendros,/ mas con sus flores a sus pies nevadas./ No debí mirar nunca/ lo que la niebla había celado. (pág. 90)
“Cuando la liebrecilla se alza/ sobre sus patas traseras,/ le vienen pensamientos de hombre,/ oscuros. Se entristece, y huye. (pág. 56)
La naturaleza es buena y el hombre puede estar cargado de maldad. Pero esto no es nuevo. Ya nos acaecía desde los tiempos de Adán:
“Confió Adán, a un hermeneuta bíblico,/ que estaba seguro de que la serpiente,/ con la que Eva tuvo conversación tan larga,/ debía de ser un viajante de comercio, porque, / apenas comida la manzana de regalo,/ hubo que ir a comprar ropa y zapatos.” (pág. 55)
La ironía que se constituye en la marca de agua de José Jiménez Lozano. Porque el mundo, después de tantos giros, es el mismo e igualmente sucede con el corazón del hombre:
“Sol, vencido te regala,/ en la tarde de otoño,/ el poder y la gloria./ Mira tu alargada sombra:/ nunca serás más grande.”(pág. 26)
“Había leído todos los libros,/ y averiguado que la carne es triste,/ dijo Mallarmé, poeta/ hastiado o melancólico./ “-¿Y los huesos?” preguntó su perro” (pág. 69)
El poeta parte del mundo sensible que le rodea y transciende lo tangible hasta ofrecer al lector su visión del mundo a través del pensamiento de otros hombres reales o mitos literarios: Qohélet, Eneas, Dido…, Virgilio, San Agustín, Pascal, Hegel, Descartes, Micer Alcuíno, Luis Vives…, pintores como De la Tour, Honsthort, Caravaggio, Brueghel…
“Parece que Caronte ya no exige/ moneda alguna para pasar la Estigia,/ en su barca oscura con jarcias de plata./ Las gentes saca n talonarios de viaje/ para aquella palaya tan tranquila;/ y, como ya nunca regresan, hay una eternidad para hacer cuentas.” (pág.104)
En cuanto al lenguaje poético cabe destacar una cierta tendencia al minimalismo:
“Ni el gallo por su matutino/ qui-qui-riquí,/ ni por su cu-cú el cuco/ serán condenados por palabras vanas,/ en el Día del Juicio Último./ No te alargues tú más en tus palabras!” (pág. 52)
La mayor parte de los poemas son breves; varios de tres versos. Carecen de rima y son irregulares en cuanto al cómputo silábico. Siguen una cadencia que las asemeja a las cancioncillas medievales. Junto a esta aparente sencillez nos tropezamos con formas cercanas a las greguerías de Ramón de la Serna.
“El árbol ya desnudo,/ y corneja en sus ramas./ Ya está ahí Brueghel.” (Pág. 150)
Esta forma conceptual que constituye la greguería tiene algo, a mi modo de ver, con la esencia del haiku japonés 5-7-5. No digo que José Jiménez Lozano se hay propuesto escribir haikus. Sin embargo nos encontramos la siguiente composición de 7-11-7 sílabas:
“Si llegase el hielo,
Y el río lo mirase complaciente,
Mujer de Lot de vidrio.”(pág. 53)
Se trata de un libro con poemas desafiantes para el lector en cuanto a los hitos culturales con los que el poeta cuenta su forma de entender la vida. La forma que utiliza para llegar al corazón del lector es precisamente ese desafío a la inteligencia. Por eso la ironía campa en todas las composiciones de forma más o menos sucinta. Al mismo tiempo, utiliza un verso ligero, breve y con un ritmo tradicional a través del cual, el lector es capaz de descubrir el lirismo de lo bello por sencillo, aunque no nos engañemos, tras lo sencillo reverbera lo culto. Extraña simbiosis:
“Apoyada en el codo,/ de plato a plato que servía,/ echaba un sueñecillo en la cocina./ Nunca supo que la había visto Vermeer.” (pág. 152)