Teresa a contraluz

Histeria, epilepsia, amagos de infarto... psicólogos de diversos pelajes han intentado escribir de Teresa de Ávila prescindiendo de Dios y lo místico. Tomás Álvarez muestra que la Teresa de estos psicólogos no es la Teresa real.

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2004 Montecarmelo
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Santa Teresa de Jesús es una mujer grande cuya sombra se sigue extendiendo sobre la historia contemporánea. Sin embargo, desde hace unos doscientos años, hay como un empeño, teñido eso sí de aureola científica, por negar cualquier influencia sobrenatural en su vida. Tomás Álvarez, autor que lleva muchos años en el campo de los estudios teresianos y que ha publicado excelentes monografías sobre la santa abulense, recorre en este libro, el itinerario de “desmitificación” a que ha sido sometida Teresa de Jesús.

Empieza Tomás rescatando un libro, de nulo interés, de no ser porque en el se plasma, por primera vez, el espíritu de la duda que iba a contaminar a muchos estudiosos posteriores. Un tal Ramón León, publicó en 1880 Teresa ante la crítica, obra de la que nos previene Tomás Álvarez, sólo cabe retener que niega la faceta mística de la santa y la cataloga de enferma. Con posterioridad a este trabajo, y como verdadero punto de inflexión, se encuentra un estudio de un jesuita, el P. Guillermo Han, discípulo del afamado neurólogo Charcot. Escribió este un librito en el que trataba conjuntamente de la histeria y los fenómenos místicos en la autora de las Moradas. Esta obra fue premiada en Salamanca por el Obispo y, posteriormente, incluida en el Índice de libros prohibidos. El P. Han, que intenta ser respetuoso, no se libra de silencios y ambigüedades que marcarán posteriores acercamientos a santa Teresa.

Por eso, la documentada vida de la santa, narrada por ella misma, será paciente habitual en los divanes de los psicólogos de todo el siglo XIX e inicios del XX. De esas visitas va quedando, cada vez más acentuada, un diagnóstico que la trata de histérica o epiléptica. Porque, el prejuicio racionalista, así como el mal estudio de los documentos teresianos, conducen a negar toda influencia sobrenatural. En el fondo, se intenta reducir las experiencias místicas a fenómenos psicológicos.

De todo ello podemos decir lo que apunta, no sin humor, Álvarez: “A un siglo de distancia no es el caso revisar el ingente montaje analítico impuesto a Teresa por el psicólogo. Probablemente habría que analizar previamente al psicólogo mismo, con sus estructuras mentales y sus prejuicios metafísicos. Lo que sí resulta claro, dado el conocimiento que hoy tenemos de la Santa abulense, es que la Teresa del psicólogo dista un mundo de la Teresa real” (p. 102). El libro también recorre el tratamiento de la santa en la literatura. Trata de la biografía laica de Cazal, llena de mistificaciones, inventos y el intento de ocultar cualquier influjo sobrenatural y hace algunas catas en el La Vièrge d’Avila de Catulle Méndez (1906), que ensalza a la mística ensombreciendo a España, y en la literatura española de los últimos tiempos (R. J. Sénder, Azorín, Olaizola...).

Tampoco olvida los intentos que se han hecho desde la medicina para atender a algunos fenómenos místicos, como el de Roberto Novóa Santos, que quiso ver en la transverberación un infarto de miocardio (de risa como prueba el mismo Álvarez). Al final, nos dice el autor, resulta absurdo intentar separar a la Teresa real de su faceta mística. Sin esa singular experiencia de Dios, que el racionalismo cientificista tiende a negar porque no alcanza a entender, no tendríamos a la gran fundadora que recorrió los caminos de España reformando el Carmelo y que es Doctora de la Iglesia. Pretender que podía haber sido una gran mujer sin las gracias especiales que recibió de Dios es construir castillos imaginarios. De hecho, hasta que tuvo su primer éxtasis, rondando los 40 años, Teresa era una mujer bastante normal que no hubiera pasado a la historia. Si ahora vemos su grandeza es porque resalta en ella la gracia de Dios.

Libro interesante para los amantes de santa Teresa y para conocer, a través de un caso concreto, cómo se tejen sombras de duda sobre un fenómeno místico. El lector además, así me ha sucedido a mí, no podrá en muchas ocasiones dejar de esbozar una sonrisa.

(David Amado Fernández, en www.forumlibertas.com )