Un juego de niños

La estadounidense Donna Tartt nació en 1963 en Greenwood y se educó en el Benington College y en la Universidad de Misisipí. Voraz lectora, domina el latín, el griego y el francés y puede citar de memoria a Santo Tomás, Platón, Buda, Dante, Proust, Poe, Salinger y a su mayor ídolo, T. S. Eliot. Además, es una de las escritoras de mayor éxito en los Estados Unidos. Leyendo "Un juego de niños" se entiende. En la novela aparecen los Cleve, que desde siempre han tenido la sana costumbre de rememorar juntos la historia familiar, añadiendo esos pequeños detalles que adornan la realidad y convierten una simple anécdota en un hecho fastuoso. Todos hablan de todo, pero nadie se atreve a recordar la tarde de verano en que el pequeño Robin apareció ahorcado en un árbol del patio trasero de su casa. Harriet, la hermana menor de Robin, era un bebé cuando tuvo lugar el crimen, y ahora es una niña de doce años con las rodillas llenas de rasguños y el ánimo peleón de quien acaba de estrenarse en la vida. Es ella la única que parece preocuparse por saber el nombre del asesino y comprender la razón honda de ese horror, pero nadie contesta a sus preguntas, y el mundo de los adultos se alza como una barrera gris que esconde miedos, vicios y pecados. ¿Será capaz esa criatura de resolver sola un caso que la policía ya tenía archivado? Cabe que lo consiga, pero eso al final poco importa. Lo que sí importa es que esta novela se atreve a hablarnos de lo difícil que resulta ejercer como niño en un mundo hecho a medida de la estupidez y la insensibilidad de los mayores.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2003 Areté
688
Valoración CDL
3
Valoración Socios
2
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Interpretación
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Comentarios

Imagen de mgarregui

No me ha parecido buena, la verdad; quizá es por la mala traducción, que es pésima, o quizá porque no acabo de creerme semejante historia. Está escrita en un tono triste, melancólico, a veces cruel. Es como si la vida le asignara a uno un sitio y uno no pudiera salir de ahí... La desaconsejaría porque, la verdad, me ha parecido una pérdida de tiempo, pero tampoco es que me parezca dañina... excepto a la inteligencia literaria del lector.