Un reflejo velado en el cristal

De un día para otro y bajo el pretexto de «no encajar con el espíritu de la escuela», la joven profesora de arte Faustina Crayle es despedida a mitad de curso del idílico internado de Brereton, en plena campiña neoyorquina. La única dispuesta a apoyarla es su colega Gisela von Hohenems, quien va dándose cuenta de la profunda aprensión que su amiga causa en las demás profesoras, alumnas y resto del personal del centro. Parece ser que Faustina es capaz de desdoblar su persona y aparecer al mismo tiempo en dos sitios distintos del colegio, cosa que hace muy a menudo, aterrorizando a todo el mundo.

Preocupada y con voluntad de ayudar, Gisela no duda en contarle el extrañísimo fenómeno a su prometido, el doctor Basil Willing, asesor médico de la Fiscalía del Distrito de Nueva York y detective aficionado. Éste, movido por una profunda curiosidad, no tarda en presentarse en Brereton dispuesto a meter la nariz en este estrambótico puzle fuera de toda razón.

Inédita hasta ahora en España, Un reflejo velado en el cristal es la octava novela del detective Basil Willing y la gran obra de Helen McCloy, considerada un clásico del misterio sobrenatural norteamericano.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2021 Hoja de lata
240
978-84-18918-04-9

Traducción de Raquel García Rojas

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Novela de misterio, crimen e investigación, un clásico norteamericano que aborda el tema del desdoblamiento fantasmal de una persona. Ambientada en los años 50 en varias localizaciones cerca de Nueva York, la obra es el octavo caso de la serie de misterio protagonizada por el doctor Basil Willing, psiquiatra-detective. En esta ocasión, la acción comienza en el prestigioso internado de Brereton para jovencitas de buena familia, situado en plena campiña neoyorquina. Allí están ocurriendo sucesos muy extraños y varios testigos afirman haber visto a la misma profesora de Arte, la señorita Faustina Crayle, en dos lugares diferentes al mismo tiempo: en uno de ellos, Faustina parece moverse muy despacio, mientras que en otro aparece y desaparece rápidamente. El clima de miedo e incertidumbre se extiende por todo el colegio, hasta que finalmente la directora decide despedir a la profesora sin darle explicaciones ni proporcionarle carta de recomendación. La única amiga de Faustina en el internado, la profesora de alemán Gisela von Hohenems, decide pedirle ayuda a su novio, el doctor Willing, asesor médico de la Fiscalía del Distrito de Nueva York y experto en este tipo de casos de doppelgänger o doble fantasmal de la persona. La muerte aparentemente accidental de otra profesora y la de la propia Faustina llevarán al doctor Willing a una pormenorizada y precisa investigación de los hechos, a los que intentará dar una explicación racional, aunque la obra se cierra con un final abierto y algunos fenómenos de difícil aclaración.  

Así pues, la novela está considerada como una obra maestra del género y un clásico del misterio sobrenatural estadounidense, tanto por la intriga del tema tratado como por la forma de presentar los razonamientos de los personajes y la tensión que se mantiene hasta el final. Su autora, Helen McCloy (Nueva York, 1904 - Woodstock, 1992), pseudónimo de Helen Clarkson, fue una escritora americana de reconocido prestigio gracias a su serie de novelas protagonizadas por el psiquiatra detective Basil Willing. Su debut como escritora, Dance of Death (1938), introdujo ya al doctor Willing como personaje literario, quien protagonizaría otros doce misterios y algunos relatos breves, la mayoría de tintes góticos y sobrenaturales.

En 1950, Helen publicó Un reflejo velado en el cristal, el octavo caso de la serie, que está considerado como su mejor producción y que le dio fama internacional. Con este tema del doble, recurrente a lo largo de su trayectoria literaria, la autora quería poner de manifiesto, entre otras cuestiones, la dualidad de la naturaleza humana, el consciente y el subconsciente, incluso la oposición entre el bien y el mal. Además, su personaje más célebre, el doctor Basil Willing, en sus magníficas deducciones se hacía eco de las teorías del psicoanálisis que estaban muy extendidas en la época, aunque como afirma en algunos de sus casos, “son las evidencias físicas las que terminan descubriendo al culpable”.