La fuerza de la anarquía

 

La reunión anual de la llamada escuela austriaca de economía, basada en los teólogos y escolásticos del siglo XVI español, cuenta en las últimas ediciones con las espectaculares y sorprendentes intervenciones del profesor Huerta de Soto, que suelen reflejar alguna cuestión importante de la vida cultural y económica del viejo continente.

Precisamente, en el último número de la revista “Procesos de Mercado” (Revista de Economía Política, Vol. XV/1, 2108) de Universidad Rey Juan Carlos, dirigida por el historiador de la economía y catedrático de Economía Política de dicha Universidad, Jesús Huerta de Soto, entre muchos magníficos trabajos, tanto de historia de la economía como de análisis actuales, hay que destacar el peculiar estudio del profesor Huerta de Soto sobre la fecundidad de la doctrina social de la Iglesia desarrollada por los últimos pontífices que culminan con en el Pontificado del papa Francisco (337-349).

El trabajo comienza recordando el primer centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima en 1917: la petición de la Señora del rezo del Santo Rosario, la posterior expansión del comunismo y finalmente la caída del muro de Berlín. Asimismo, resalta que, en ese centenario, en esas fechas y en ese lugar de Portugal el papa Francisco canonizaba a los niños vidente Jacinta y a Francisco y hemos visto comenzar el proceso de beatificación de la tercera vidente: sor Lucia. Inmediatamente planteará que el pensamiento del Nuevo Testamento es impulsor del respeto a la personal iniciativa y libertad y creatividad de los hombres en libertad (338).

Son muy interesantes las referencias evangélicas al Sermón de la montaña, a cómo Cristo va derechamente hacia la cruz para redimirnos, el rechazar ser hecho rey después de la multiplicación de los panes, el no mandar caer fuego sobre los samaritanos que no le dan paso, sino que cambia de camino, el recordar a Pilatos que su reino no es de este mundo o el rechazar el adorar al demonio recordándole que sólo debe darse gloria a Dios. Jesucristo no desea gloria humana, ni imponerse, pues todos esos textos le llevan a afirmar la convicción de que sólo quien tiene claro el fin: dar gloria a Dios y trabajar por el bien común, es plenamente amante de la libertad profunda de los hijos de Dios y por tanto de vivir respetando a los demás (341).

Son muy interesantes las referencias finales, siguiendo el discurso de Benedicto XVI en las Encíclicas Spe Salvi y Deus Caritas est, sobre cómo la misión de la Iglesia es salvaguardar la caridad y la del Estado la justicia. Asimismo, referirá los problemas que sucedieron hasta que la Iglesia pudo desprenderse de los Estados Pontificios.

Finalmente, terminará relatando las andanzas y aventuras del famoso General anarquista Melchor Rodríguez durante la guerra civil española en Madrid y cómo, finalmente, salvó la vida de muchos cristianos.

José Carlos Martín de la Hoz