Poder civil y eclesiástico

 

Desde los célebres discursos de Marsilio de Padua en el siglo XIV, que terminarán por inspirar al Maquiavelo, en los que se negaba abiertamente a la Iglesia y al Papa todo poder en cualquier esfera y, en cambio, se le confiere la totalidad del mismo al monarca, se acaba por establecer una clara distinción entre el poder eclesiástico y el poder espiritual.

Es muy interesante esta distinción, pues en el siglo XVI se continuarán viviendo con gran naturalidad esas distinciones, tanto en la acción pública como espiritual de los monarcas cristianos tanto de Felipe II como de su padre Carlos V, de hecho, nombran de modo habitual a obispos y cardenales como regentes y virreyes.

Vayamos a espigar la nueva y monumental obra biográfica publicada por el profesor inglés Geoffrey Parker (1943) sobre la figura del emperador Carlos V, que acaba de editarse en España, y encontraremos enseguida ejemplos interesantes de lo que acabamos de señalar.

Todavía llevaba Carlos V escasos días en Castilla y apenas ha pasado unas jornadas en Tordesillas, a su madre la reina Juana, a quien ha dejado encerrada en esa ciudad castellana al cuidado del Duque de Gandía (116) cuando ha comenzado a recorrer sus reinos y comienza a proveer nombramientos.

Lógicamente, a la muerte del regente Cardenal Cisneros en 1517, cuando apenas ha desembarcado Carlos V en España, da órdenes inmediatas para proveer a sustituirle en la sede Primada de Toledo.

Enseguida Alfonso de Aragón, hijo ilegitimo de Fernando el Católico, arzobispo de Toledo se pone en marcha al encuentro del nuevo monarca para solicitarle en persona el traslado a la Sede Primada (118).

Todavía no se han encontrado cuando el obispo de Zaragoza recibe una misiva de Carlos V para comunicarle que debe regresar a su sede pues ya ha solicitado al Santo Padre el nombramiento de otra persona. Esta desconsideración es ya proclamada por el cronista Pedro Mártir de Angleria (119). Es interesante que cuando el rey llega a Aragón espera durante una semana que llegue el arzobispo de Zaragoza para jurar ante él que ha tomado posesión de los reinos de la corona de Aragón que le corresponden por línea de su abuelo Fernando. El hecho es que el ofendido obispo Alfonso de Aragón no se presentará y habrá que buscar otra solución, pues la ofensa continuaba (122).

Que se plantee proponer al Santo Padre a Guillermo de Croy, sacerdote de 19 años que estudiaba en la Universidad de Lovaina, para suceder al cardenal Cisneros, regente tantas veces de España, franciscano y reformador de la Iglesia y fundador de la universidad de Alcalá fue un grave error de Carlos V y un ejercicio de poder eclesiástico (118).

José Carlos Martín de la Hoz

Geoffrey Parker, Carlos V. Una nueva vida del emperador, ediciones Planeta, Barcelona 2019, 990 pp.