Observo con extrañeza que existe un público que
busca sucesos sobrenaturales, angelitos, espectros y estigmas en la literatura.
Entreveo un tipo de cristiano cansado, que necesita apariciones para sostener
su fe inconsistente. O quizá el personaje que piensa que tener fe es absorber
toda la ficción milagrosa que se le presenta, como si fuera el alimento de su
alma.