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Nuestra hermana la muerte

Desde el Cántico de las criaturas de San Francisco, poco se han atrevido a hablar de la muerte con esa cercanía, como lo que verdaderamente es: la meta de nuestra vida, el paso definitivo hacia la vida eterna. Es patético el miedo que tienen personas aparentemente cultas y serias a hablar con verdad de lo más seguro que hay en la vida. ¿Cómo es posible que el hecho más importante de nuestra existencia sea ocultado sistemáticamente, como un tabú?

La voz de la conciencia

Se habla de conciencia con demasiada ligereza, aunque con no demasiada frecuencia, casi siempre con poca exactitud. Se confunde a veces con consciencia. El diccionario de la RAE dice que consciencia “es la capacidad de reconocer la realidad circundante”. No es lo mismo que una persona está consciente que esté obrando en conciencia. Hay muchas personas que, perfectamente conscientes, no tiene en cuenta su conciencia, porque  en realidad no quieren que “nadie” les impida hacer lo que les apetece. Y eso a pesar de que mucho piensan que es “mi conciencia”, como algo inmanente.

De la creación a la trascendencia

Dios creó todo de la nada. Esta afirmación  está recogida en uno de los últimos libros del Antiguo Testamento, el segundo de los Macabeos. Y en el Génesis leemos: “Llamó Dios a la luz día, y a la oscuridad la llamó noche. Y atardeció y amaneció: día primero”. El primer día de la Historia. Antes de ese día no había nada. Nada del Universo, ni de las personas humanas, ni siquiera un espacio vacío, porque ese espacio sería algo. La nada es nada. ¿Cómo pretenden los científicos estudiar la nada?

Contracorriente

Siempre se ha dicho que la montaña es traicionera, pero quizá solo lo han comprobado quienes van con frecuencia. Puede uno prever que hará “buen” tiempo, o sea sol, temperatura no demasiado extrema, ninguna posibilidad de lluvia. Y resulta que toca viento, imprevisto, fortísimo, violento. Según subes por la pendiente piensas si deberías darte la vuelta o sigues, porque si en la ladera hace mucho viento, en la cresta es intratable.

Libertad religiosa

Recientemente se han publicado datos sobre la persecución religiosa en nuestro propio país. Quizá nos lleva a pensar, instintivamente, en tantos cristianos perseguidos en diversos países, sobre todo en los de mayoría musulmana. El número de mártires de la fe de cada año es increíble. El número de desplazados, de refugiados, hacia países europeos es inmenso.

El dogmatismo de la opinión general

¿Cuántas veces hemos oído las quejas de los no creyentes sobre el dogmatismo de la Iglesia? Como si les interesara mucho la doctrina cristiana, que apenas conocen. Les molestan los dogmas, y evidentemente la Iglesia los tiene, pero no para ellos. Para los agnósticos la Iglesia tiene caridad y acogida, que es lo esencial de su mensaje.

La exquisitez, la gula y el gimnasio

Entiendo que haya a muchas personas a quienes se les ha ocurrido poner un gimnasio. Debe ser un negoción, porque según se atiborra el personal a comer deberíamos tener gordos por todas partes. Y los hay, pero los hombres de mediana edad tiran como locos al gimnasio o al deporte en general, entre otras cosas para bajar peso. Y de las mujeres ya no digamos. Pero ellas cuidan bastante más el no comer demasiado en el día a día. No tienen ningún reparo en tomas sacarina en lugar de azúcar.

El cielo

¡Cuánto se ha escrito y que poco se sabe! Hay libros gordos que dicen todo tipo de disparates, y es fácil que alguien saque el tema en una reunión de amigos, dejando que los presentes opinen sobre lo que a ellos les gustaría más que hubiese en el cielo. En realidad es uno de los temas que mejor muestran la formación o falta de formación de los interlocutores, la escasa capacidad de trascender, de elevarse hacia la verdad.

Prudencia al hablar y al escribir

“Aprende a guardar silencio, sobre todo cuando estés enfadado o molesto por algo. El silencio no es un fin en sí mismo, pero sí un medio importante para alcanzar un fin”. Así se expresa Lovasik (2015) en su recomendable libro sobre la amabilidad y creo que es un asunto que ha interesado siempre, a lo largo de la historia, porque, qué duda cabe, es muy fácil pecar por exceso, por bocazas, o sea, tener que arrepentirse de haber hablado demasiado.

Hamlet

El Cuarto Centenario de Shakespeare –tan unido al de Cervantes- ha propiciado la representación por la Compañía Clásica española –durante un tiempo escaso para la demanda de Madrid-, de una de sus obras más distintivas: Hamlet. Ante la dificultad para asistir, me he conformado con una relectura que me ha sugerido una primera consideración: ¿es fácil que el espectador de hoy, sin formación literaria de los clásicos –y poca formación cristiana-, sin haber leído previamente el texto, sea capaz de captar la extensión y profundidad del mensaje?

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